Paula apenas podía creerse lo mucho que había disfrutado de la fiesta, y de la compañía de Pedro, aunque tampoco había sido agradable precisamente. Después de darle a su madre el rubí, en bruto, pero enorme, se había dignado a dar un pequeño discurso. Había alabado a sus padres por llevar tanto tiempo juntos, y les había deseado lo mejor para el futuro. Pero eso no había sido todo. Sorprendentemente, después de comer, había hecho el esfuerzo de hablar con su padre. La conversación había sido un poco tensa, no obstante. Paula estaba muy cerca, escuchándolo todo. Pero era Martin Alfonso quien sonaba más nervioso… Tras hablar con Pedro, pasó el resto de la tarde jugando con su nieto, el pequeño de Melisa. Oliver era un niño encantador, con una personalidad muy definida y dulce, pero Paula no podía evitar pensar que debería haberse quedado un rato más con su hijo, que había volado desde Brasil para asistir a la fiesta en un día tan especial.
Esa actitud la había molestado un poco, y por eso se había acercado más a Pedro. Además, se había tomado unos cuantos vasos de vino y ya estaba más contenta y coqueta que de costumbre. Él, por su parte, no hacía más que buscarla cuando le dejaba solo durante demasiado tiempo, y cuando la encontraba le susurraba al oído… Le decía que no conseguiría ese diamante si seguía abandonando su puesto.
Cerca de las cinco y media, la fiesta tocaba a su fin y los invitados empezaban a irse. A las seis, la casa de los Alfonso estaba casi vacía. Paula y su madre se quedaron para ayudar a Carolina y a Melisa. Oliver dormía la siesta y Martin, Pedro y Leo estaban en el salón, viendo las noticias.
–El viernes me hicieron la ecografía de los cuatro meses –dijo Melisa de repente mientras llenaba el lavavajillas junto con Paula.
Sus madres habían salido en ese momento, para buscar más platos sucios.
Paula se puso tensa. Siempre que alguna chica empezaba a hablar de esos temas le pasaba lo mismo.
–Oh –dijo, intentando sonar natural–. Espero que todo vaya bien.
–Muy bien. Leo me acompañó. Claro. Casi lloró cuando le dijeron que era una niña. Y yo también. Oliver es un crío maravilloso, pero siempre hemos querido tener una niña también.
Paula casi sintió ganas de llorar. A ella le daba igual que fuera niño o niña. Solo quería tener un bebé.
–¿Te gustaría ver las imágenes de la ecografía? –le preguntó Melisa–. Las he traído para enseñárselas a mi madre. Las tengo arriba. Voy por ellas – añadió, sin darle tiempo a contestar.
Nada más entrar en la cocina, Pedro reparó en la cara de Paula.
–¿Qué pasa? –le preguntó directamente–. ¿Qué te pasa?
–Tengo que salir de aquí.
Demasiado tarde. Melisa regresó enseguida con las temidas fotos.
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