Antes de que Pau se soltara del todo del brazo de Pedro, Melly se removió en sueños, bajó el brazo que tenía alrededor del cuello de su padre y lo puso alrededor del de Pau, lo cual hizo que ésta se acercara más a él. Sus brazos se rozaron y los sentidos de ella se vieron invadidos por su olor.
—¡Qué mala soy! —exclamó Melly.
Paula se rió ante aquellas palabras inesperadas. Trató de echarse hacia atrás para mirarla a la cara y por el rabillo del ojo vio que Pedro también sonreía.
—¿Podemos irnos de picnic ya, papá?
—Tus deseos son órdenes.
—Quiero que Pau venga con nosotros.
Pau se puso tensa. Trató de desembarazarse de la mano de Melly, pero ésta la apretó aún más. Pedro le había dicho que se mantuviera al margen de la vida de su hija, lo cual, como cabía suponer, incluía no ir de picnic con ella.
—Princesa, tus deseos son órdenes sólo para mí —dijo Pedro.
—Vas a decir que no —el labio inferior de Melly comenzó a temblar.
—Cariño, a Pau no le puedes dar órdenes. Ella es princesa de sí misma. No tenemos derecho a decirle lo que tiene que hacer.
—Pero quizá quiera venir —susurró la niña inclinante hacia su padre.
—Entonces, pregúntaselo —respondió él con una sonrisa.
—Paula, ¿quieres venir de picnic con nosotros, por favor? —la miró con ojos implorantes.
Gracias a Pedro, Paula iba a tener que hacer el papel de mala y se preguntó si podría hacerlo sin herir los sentimientos de Melly.
—Me encantaría, princesa Melly… —no era mentira—. Pero estoy muy cansada —tampoco era mentira—. Y tengo que volver a la librería —lo cual sólo era verdad a medias.
—¡Pero sigues estando triste! Ven con nosotros, por favor —dijo la niña.
La voz de Pedro, cálida y afectuosa, le llegó al alma.
—Me gustaría que vinieras.
Tuvo que mirarlo a los ojos. Contuvo la respiración. Sus ojos la tentaban… de todos los modos posibles. No debería ir. No podía ser que él quisiera que fuera.
—Bonnie y Gail se ocuparán de la tienda —dijo Marcos desde el umbral—. Vete, Pau. Te hará bien.
Los ojos de los tres estaban puestos en ella. Se sintió llena de júbilo.
—Ir de picnic me parece perfecto.
—Muy bien —dijo Pedro, con una mirada aún más cálida.
—Gracias —Melly se abrazó a ella.
—No, cariño. Gracias a ti por invitarme. Voy a por mis cosas.
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