viernes, 27 de noviembre de 2020

VENGANZA: CAPITULO 7

 


Paula miró al hombre, atónita.


La respuesta de Pedro era lo último que esperaba oír. Pero, a juzgar por su expresión, era la verdad.


No podía ser. Pedro debía de estar equivocado.


Pero antes de que pudiera discutírselo, el fuerte aroma de una colonia masculina la envolvió.


—Chérie, estás más guapa que nunca.


—Hola… Jean-Paul.


—Pensé que no querías saludarme. Me alegra saber que recuerdas a los viejos amigos.


A su lado, Pedro emitió una especie de bufido, pero Paula lo fulminó con la mirada. No quería contarle a Jean-Paul nada sobre su amnesia.


Al menos, todavía no.


Pero encontrarse frente a frente con el hombre que Pedro decía había sido su amante la había dejado sorprendida. Aunque detestaba a Pedro Alfonso, él no tenía razones para mentir sobre su pasado. Y ella tenía que saber más.


Jean-Paul puso un fajo de billetes sobre la mesa y le hizo una seña a la crupier. Y cuando ella le entregó las fichas, empujó un montoncito hacia Paula.


—Para ti, chérie.


La sonrisa de Jean-Paul era desconcertantemente íntima. La sonrisa de un hombre que conocía muy bien a una mujer.


—Gracias, pero ya tengo suficientes. Y vamos a tomar una copa…


Jean-Paul la miró de arriba abajo, una mirada explícita.


—Chérie, tú nunca has tenido suficiente. Venga, apuesta por mí.


—¡Ya está bien! —exclamó Pedro, pasándole un brazo por la cintura con gesto posesivo. Tanto que casi le hacía daño—. Paula no quiere sus fichas.


—Chérie, no te dejes engañar. Alfonso es el mismo hombre que era hace tres años. El trabajo siempre será su primera amante. ¿Eso será suficiente para ti esta vez o irás corriendo a buscarme…?


—¡He dicho que ya está bien! Ha ido demasiado lejos, Moreau. Si vuelvo a verte al lado de Paula, lo echaré de la isla. ¿Me ha entendido?


Jean-Paul se limitó a sonreír.


—Tranquilo. No significa nada… nunca ha significado nada.


Lo último que Paula quería era una escena en medio del casino. Las dos mujeres estaban mirándolos y algunos clientes se habían vuelto al oír voces…


—Pedro…


—Mantenga las distancias, se lo advierto. Ya se lo dije una vez: yo no comparto a mis mujeres —insistió Pedro—. Vamos, Paula


Sin mirar a Jean-Paul, Paula bajó del taburete en el que estaba sentada.


«Mis mujeres». ¿Qué había querido decir con eso? ¿Seguía considerándola suya?




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