viernes, 6 de noviembre de 2020

CORAZON SOLITARIO: CAPÍTULO 37

 


—Jaque mate.


Paula apartó el tablero y dejó escapar un suspiro.


—No estoy mejorando nada.


—Es que no te concentras —sonrió Pedro.


¿Cómo iba a concentrarse en la partida cuando los labios de Pedro estaban justo frente a ella, creando todo tipo de tentadoras fantasías?


Fantasías mucho más excitantes que una partida de ajedrez.


Era domingo y habían pasado dos días desde el beso. Pero Paula no había pensado en otra cosa. Lamentablemente, Pedro parecía creer que aún no estaba suficientemente recuperada para repetir la experiencia.


—¿Qué tal el catering? —dijo él de repente.


—¿Eh?


—Podrías abrir una empresa de catering. Con los pasteles tan ricos que haces…


Ah, estaban hablando de eso. En fin, era mejor que nada.


—No puedo dedicarme al catering.


—¿Por qué no?


—Susana de Freits se ha hecho con todo el mercado en Buchanan's Point, por no hablar de los pueblos cercanos como Crescent Beach y Diamond Head.


—¿Te da miedo la competencia?


Paula sonrió. Evidentemente, pensaba que tenía que darle una charla.


—Sus canapés son mejores que los míos. Más imaginativos.


—Pero seguro que no hace una tarta de chocolate como la que haces tú.


Qué bueno era. Parecía decirlo en serio, además. De repente, Paula volvió a pensar en besarlo.


—Susana es madre soltera y tiene tres hijos pequeños. No pienso robarle a sus clientes.


—¿Ni siquiera… para salvar tu casa?


—La gente es más importante que los ladrillos y el cemento. Prefiero cuidar de otro paciente con demencia senil.


—No, no hagas eso.


Podría no tener más remedio, pensó ella, frustrada. Debería haber pasado los últimos días buscando una solución a ese problema en lugar de obsesionarse con Pedro.


—Ooooh, una araña gigantesca —dijo entonces, señalando la pared.


Suspirando, Pedro enrolló un periódico y se dirigió a la pared…


—¿Se puede saber qué estás haciendo?


—Iba a aplastarla.


—Pero tú eres cien millones de veces más grande que ella —protestó Paula, quitándole el periódico—. Sólo es una araña.


—Pero si has dicho…


—¡No he dicho que la matases! —exclamó ella, dándole un golpe con el periódico—. Y que sea una chica no significa que vaya a salir corriendo cuando veo una araña.


—Pero sales corriendo cuando ves un perro o un varano.


—Voy a hacer como que no he oído eso. Apártate.


Paula desenrolló el periódico, lo dobló por la mitad y, con mucho cuidado, consiguió que la araña se subiera. Estaba bajando al jardín cuando el arácnido, que de repente le parecía enorme, empezó a correr hacia ella. Paula soltó el periódico lanzando un alarido de pavor.


Pedro soltó una carcajada.


—Creo que he encontrado un trabajo para ti.


—¿Cuál?


—Cómica.


—Ah, ja, ja, qué gracioso —murmuró ella, poniendo los ojos en blanco—. ¿Dónde está?


—No te dan miedo la arañas, ¿eh?


—No tanto como para matarlas a sangre fría.


Pedro sacudió la cabeza. Y luego, sin pensar, la besó.


—Si quieres curar mi miedo a las arañas, creo que me harán falta dos o tres sesiones más de esa terapia.


Su sonrisa, cuando apareció, fue una de esas sonrisas torcidas que hacían que el corazón de Paula se pusiera al borde del infarto.


—Eres imposible.


—Si ser cómica es lo mío, será mejor que practique, ¿no? ¿Qué piensas hacer esta tarde?


—¿Por qué?


—Me apetece hacer una tarta de chocolate.


—Se supone que tienes que descansar…


—No te preocupes —sonrió Josie—. Serás tú quien haga todo el trabajo.





No hay comentarios.:

Publicar un comentario