martes, 13 de octubre de 2020

EN SU CAMA: CAPÍTULO 5

 



¿Quién se había creído que era esa mujer, para hablarle de esa manera?


Pedro nunca había sido rechazado antes.


Parpadeó una vez, lentamente, tratando de recordar un incidente similar. Pero no, no recordaba que una mujer lo hubiera rechazado jamás.


¿Acaso había dado a entender que era incapaz de encontrar compañía femenina por sí solo o que tenía que ordenar a Oscar que pagara a una mujer, para hacerle compañía?


Sacudió la cabeza sin poder creer lo que acababa de suceder. Oscar se le acercó por detrás casi sin hacer ruido y se encorvó por encima del hombro derecho de su jefe.


—Alteza, ¿quiere que vaya detrás de ella y la traiga de vuelta para que puedan terminar con la conversación?


Pedro imaginaba perfectamente a su enorme guardaespaldas, muy parecido a un muro de ladrillo, lanzándose sobre la señorita Chaves y llevándosela a rastras… y también a ella, defendiéndose con uñas y dientes.


—No, gracias, Oscar —replicó—. Creo que esta noche volveré solo a mi suite.


Se apoyó entonces en el tablero de la mesa y se puso de pie, se alisó la pechera de la chaqueta y echó a andar hacia la salida, seguido de cerca por su leal guardia de seguridad.


De camino a su lujosa habitación, Paula iba pensando que debería sentirse molesto. Lo irónico era que la belleza del pelo de ébano, había conseguido intrigarle aún más. Al principio habían sido su rostro y su figura lo que le habían llamado la atención, y al verla de cerca no había cambiado de idea respecto a su intención de llevársela a la cama.


Lo lógico habría sido que una reprimenda como la que le había echado hubiera apagado su libido, y hubiera hecho que se diera cuenta de que no quería acostarse con una mujer de lengua tan afilada. Pero en vez de eso, su fuerte carácter le había encendido la sangre.


Ahora la deseaba aún más. Era adorable y salvaje; sólo podía imaginar lo que la mezcla de aquellas cualidades haría de ella en la cama.


Tal vez Paula Chaves pensara que había dicho la última palabra, al decirle que podía tomar su proposición e irse al infierno con ella. Pero el príncipe Pedro Alfonso estaba acostumbrado a salirse siempre con la suya, a conseguir lo que quería.


Y la quería a ella.


De modo que la conseguiría. Sólo tenía que buscar la manera.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario