jueves, 17 de septiembre de 2020

EL DOCTOR ENAMORADO: CAPÍTULO 14

 


Pedro continuaba sentado con la mirada fija en la dirección que Paula Flowers había tomado, apenas consciente de las respuestas que le estaba dando a su compañera de mesa.


Prácticamente había renunciado ya a volver a verla. Había estado atento durante toda una semana, esperando encontrársela o escuchar algún comentario sobre una recién llegada que encajara con su descripción. Pero nadie hablaba de ella, por lo menos delante de él.


Pronto había dejado de indagar. No quería que nadie reparara en su interés por ella, por lo menos hasta que supiera quién era y qué estaba haciendo allí. Quizá ni siquiera entonces continuara investigando. No era el tipo de mujer que pretendía encontrar. Era una mujer extraña, misteriosa, lo último que buscaba.


Así que había hecho todo lo que había estado en su mano para olvidarla.


Y no había funcionado.


Aquella noche, por primera vez desde su encuentro, había conseguido dejar de pensar en ella gracias a la distracción que le proporcionaba la cena de Laura. Pero entonces, en medio del relato de una estúpida anécdota, había alzado la mirada y la había encontrado frente a él.


La sorpresa lo había dejado sin habla. Estaba pálida, tenía un aspecto frágil, y estaba tan condenadamente hermosa que no había sido capaz de dejar de mirarla. ¿Pero qué estaría haciendo allí? Servir el café, evidentemente.


Y cuando había alzado su mirada increíblemente sensual hasta él, pensar se había convertido en un imposible. Su rostro conservaba el rubor que él recordaba de su primer encuentro, de la primera vez que la había tocado. Un poderoso deseo le exigía que volviera a tocarla, con más delicadeza aquella vez, de una forma que la haría temblar...


Pero era irritante que le bastara mirarla para que se desencadenara en su interior un deseo como aquél. Él era más fuerte que todo eso, era un hombre de principios, un hombre lógico, razonable, no un esclavo de los impulsos carnales. Podía ignorar el calor que se extendía por su cuerpo, ignorar aquellas estúpidas elucubraciones que lo llevaban a imaginar la expresión que tendría Paula en su cama.


Pero cuando se había marchado, sin dar la más ligera muestra de reconocimiento, como si no lo hubiera visto jamás en su vida, todas sus intenciones de resistirse a aquellos sentimientos habían desaparecido. Así que pretendía ignorarlo, ¿verdad? Pretendía actuar como si no se hubieran visto jamás. Pues iba a enseñarle que no sería nada fácil.


Tuvo que apretar los dientes y recordarse que Paula tenía todo el derecho del mundo a fingir que no se conocían. Como paciente suya que era, tenía que tener garantizado el derecho a la confidencialidad de sus visitas.


Pero, a un nivel exclusivamente personal, no podía tolerar que lo ignorara. Quería provocarle una respuesta, por pequeña que ésta fuera. Una sonrisa, un ceño fruncido, quizá. Una expresión de reconocimiento. Paula se lo debía, por todas las noches de insomnio que le había causado.


Con una habilidad de la que se sentía bastante orgulloso, había intercalado la queja de Paula sobre los callos de sus manos en la historia que estaba contando.


Paula había reaccionado de forma muy discreta. Estaba seguro de que nadie había advertido la tensión de sus labios. Por un momento, había llegado a temer que le vaciara la cafetera en el regazo.


Y aunque pudiera parecer extraño, una reacción de ese tipo lo habría aliviado. Se había preparado para agarrar cualquier objeto que la joven pudiera arrojarle, para agarrarla del brazo, sacarla de la habitación y castigarla con un largo y profundo beso...


Pero Paula había abandonado la habitación.


¿A dónde habría ido? ¿Se habría marchado? Y en cualquier caso, ¿qué estaría haciendo allí? ¿Trabajaría para Laura? O quizá trabajara en el club de campo, como André.


¿Volvería a verla otra vez?


Pedro dejó su servilleta en la mesa y se levantó.


—Perdonadme. Tengo un asunto que atender —murmuró para Laura y los demás invitados que lo estaban observando.


Antes de que nadie pudiera preguntar nada más, se alejó en la misma dirección que Paula había desaparecido. En aquella ocasión, no iba a permitir que se marchara tan fácilmente.



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