domingo, 13 de septiembre de 2020

EL DOCTOR ENAMORADO: CAPÍTULO 1

 


Sola, en la sala de espera del único ambulatorio de Sugar Falls, Colorado, Paula miraba desconcertada el formulario que debía rellenar como paciente. Debería habérselo esperado, suponía. Y, por lo tanto, haberse preparado con antelación un historial médico.


La primera pregunta la dejó perpleja. Nombre, le pedían.


Estaba prácticamente convencida de que se llamaba Paula. Ésa era la primera palabra que había acudido a su mente cuando había abierto los ojos en el hospital de Denver, hacía ya seis semanas. Cuando el terror de descubrir que había perdido la memoria había disminuido en intensidad, permitiéndole al menos pensar, se había inventado el apellido. E inspirada por el ramo que alguien había dejado en su mesita de noche, había decidido convertirse en Paula Flowers. Y los médicos la habían creído cuando les había jurado que había recuperado la memoria.


Pero la verdad era que sólo había regresado a su mente un vago recuerdo, un recuerdo que la confundía y atemorizaba.


Paula sabía que debería decirle a su nuevo médico la verdad sobre su amnesia, ¿pero qué ocurriría si la noticia se extendía en aquella diminuta población? La idea la aterraba. El riesgo era demasiado grande para confiar en un extraño.


Así que escribió con trazo firme: Paula Flowers.


A partir de ese momento, las preguntas eran cada vez peores. Era extraño, ella se hacía las mismas preguntas una y otra vez todas las noches, pero le había bastado verlas impresas para sentirse desolada.


Edad. ¿Cómo iba a saberlo? Se imaginaba no obstante que debía de tener alrededor de veinticinco años.


Fecha de nacimiento. Escogió un mes, decidió un año y lo escribió.


Estado civil. Suponía que soltera. No tenía la sensación de estar casada y además no llevaba alianza cuando había sido atropellada por aquel coche. Pero no podía estar segura. ¿Tendría un marido esperándola en alguna parte? Y si así era, ¿habría denunciado su desaparición?


Cada una de las preguntas del formulario desencadenaba docenas de preguntas en su mente. Y cuando llegó a la parte en la que le preguntaban si había tenido algún embarazo, la mano le tembló hasta el punto de que tuvo que dejar el bolígrafo en la mesa. ¿Habría estado embarazada alguna vez? ¿Habría dado a luz?


¡Era absurdo que no supiera aquellas cosas sobre sí misma! Tenía que enfrentarse al hecho de que podía ser madre... Imaginarse a un pequeño anhelando lloroso su ausencia le destrozó el corazón.


Pero el tiempo le daría las respuestas a todas aquellas preguntas. Durante seis semanas, se había visto impedida por sus heridas, su amnesia y el miedo que aquel vacío le había producido. Pero las secuelas físicas del accidente estaban a punto de desaparecer, su nuevo trabajo le permitiría ganar algo de dinero y había decidido que el miedo no podía inmovilizarla.


Lo único que la detenía a la hora de comenzar a buscar pistas sobre su pasado eran los vértigos que estaba sufriendo últimamente. Había ido al médico con intención de poner fin a aquellos incómodos mareos, cada vez más frecuentes y más fuertes, que interferían el desarrollo normal de su trabajo.



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