martes, 11 de agosto de 2020

EL HÉROE REGRESA : CAPÍTULO 18

 



Paula se sintió más confundida. Sabía que había hombres buenos y decentes, pero no esperaba expresiones sobre la justicia y la injusticia que provinieran de Pedro, ya que exceptuando a su ex marido, posiblemente él fuera el hombre más egocéntrico, arrogante y egoísta que había conocido.


Paula lo pensó mejor. Egocéntricos y egoístas no dejaban a un lado su vida para ayudar a sus abuelos. Pedro podía ser demasiado pragmático para apreciar el arte e interesarse por las cosas importantes del profesor Alfonso, pero estaba comenzando a ver que no era tan egocéntrico como ella creía.


Trabajaron en silencio. Pedro permanecía a su lado y la ayudaba con los hierbajos. Todavía estaba medio dormido y en algunas ocasiones, Paula tuvo que detenerlo para que no arrancara las plantas.


El aire fresco duró una hora más. Paula hubiera trabajado mucho más tiempo, sólo para demostrar a Pedro que no era una blandengue, pero él se levantó antes y se sacudió las manos.


—Dejémoslo por hoy y vayamos a ver si hay algo fresco para beber en la nevera —sugirió.


—Debería ir a casa a ducharme, luego vuelvo —dijo consciente de que la camiseta se le había pegado al cuerpo, por no mencionar la suciedad que tenía bajo las uñas y las manchas de sus rodillas.


—No, así estás bien. Además, no habrás desayunado y el abuelo sólo ha tomado una de esas bebidas. Desayunaremos y entonces tú te pondrás con el inventario y yo me encerraré en el despacho. Probablemente se estén volviendo locos porque no he contestado al teléfono.


—¿Alguna vez tienes vacaciones? —preguntó Paula con curiosidad.


Con el dinero que tenía, podía permitirse relajarse mientras cuidaba de su abuelo, pero parecía dedicar mucho tiempo a los negocios.


—No necesito vacaciones. Me gusta mi trabajo. No hay nada como cerrar un buen trato.


Paula se mordió el labio para no contestar. No era de su incumbencia que no hubiera dicho nada sobre la satisfacción de tener contratada a tanta gente o construir cosas que merecieran la pena.


—Vamos —dijo Pedro tomándola de la mano y tirando de ella hacia la casa.


—Espera —dijo mientras arrancaba una lila.




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