lunes, 3 de agosto de 2020

CRUCERO DE AMOR: CAPÍTULO 48




Se cortó la comunicación. Pedro colgó el teléfono y recogió sus muletas. Paula acababa de pronunciar las palabras que él tanto había querido escuchar una semana atrás.


Pero esa vez no constituían motivo alguno para alegrarse. El miedo tensaba sus músculos y le secaba la garganta. Era un frío que le helaba los huesos y que jamás antes había experimentado.


Se había equivocado. Esperar a que Fedorovich apareciera en Estados Unidos no era el peor escenario de los posibles. Se giró hacia Locatelli.


—Fedorovich está aquí. Tiene a Paula.


—¿Se lo ha dicho ella?


—No explícitamente. Pero el mensaje era alto y claro.


—¿Qué le ha dicho exactamente la señorita Chaves?


—Me ha pedido que vaya a verla con Sebastián. Fedorovich estaba escuchando. La ha obligado a llamarme.


Locatelli intercambió una mirada con Gallo, que acababa de entrar en la suite. Era casi idéntica a la expresión de Gabriel cuando Pedro le habló la primera vez del monstruo de Sebastian. Se le revolvió la sangre en las venas.


—Llame a Gabriel. Que sus agentes vayan ahora mismo a la cubierta Helios.


—Señor Alfonso, la policía rusa nos ha dicho que Fedorovich está en Moscú.


—No me importa lo que diga la policía rusa. 
Paula está en peligro. Fedorovich quiere utilizarla para llegar hasta Sebastián.


—Me doy cuenta de que está usted sometido a una enorme presión, señor Alfonso, pero…


—Escúcheme. Yo conozco a esa mujer. Acaba de decirme que renunciará a reclamar la custodia de Sebastian, cuando lo cierto es que lo quiere con locura. Sería capaz de dejar que yo me lo llevara a Estados Unidos con tal de ponerlo a salvo: eso ya me lo ha dejado demostrado. Pero jamás renunciaría a pelear por su custodia. Ella sabe que yo lo sé. Por eso estoy absolutamente convencido de que algo marcha mal.


Las palabras brotaron de sus labios sin pensar.


Como si durante todo el tiempo hubiera sabido la verdad y no hubiera sido consciente de ello.


Había estado engañándose a sí mismo pensando que podría ganar. Ahora sabía que jamás conseguiría convencer a Paula de que renunciara a su reclamación sobre la custodia de Sebastian. Ni en diez días en aquel crucero ni en diez años en un tribunal judicial. Y eso era demasiado tiempo.




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