martes, 25 de agosto de 2020

ANGEL O DEMONIO: CAPÍTULO 5

 


Pedro subió los escalones de dos en dos, sus pensamientos girando a toda velocidad. Ni siquiera quería especular sobre lo que significaba tener a Paula Chaves sentada en su cocina. Ella, y todo lo que representaba, conjuraban unas visiones que debían seguir enterradas si quería conseguir lo que se había propuesto, la razón que le había hecho volver.

Al principio no la había reconocido. 

Llevaba el pelo más corto, más oscuro, su cuerpo se había desarrollado, era más… mujer. Le era difícil pensar en Paula como mujer. La última vez que la había visto, bueno era mejor no pensar en aquella noche, pero ella era como una gacela, más ángulos que curvas.

Ya no.

Cuando llegó al dormitorio principal estaba medio desnudo. Tiró el traje en la bañera y se frotó vigorosamente con una toalla. Necesitaba un poco de tiempo para dominar su reacción ante ella. Le enfurecía haber reaccionado si quiera. Sabía que iba a tener que verla, claro, lo había planeado hasta el último detalle, pero no había contado con que se presentara allí. Al menos no hasta que estuviera preparado para verla.

Parte de su plan consistía en controlar sus sentimientos hacia los habitantes de Lenape Bay, los Chaves en especial. Se puso un chándal y con la toalla al cuello comenzó a peinarse. Le dijo a su imagen en el espejo que debía tranquilizarse. Después de todo, no podía permitirse el lujo de desviarse del asunto principal antes de poner manos a la obra, ¿o no?

«¿Qué demonios estaba haciendo Paula allí?»

No podía saber que él había vuelto, nadie lo sabía. El corredor le había asegurado que Paula y Pablo estaban fuera de la ciudad. Había escogido a propósito el final de temporada, cuando la playa estaba desierta y el tráfico por la carretera de las dunas se reducía al mínimo. Necesitaba un par de días para repasarlo todo, para volver a acostumbrarse al entorno antes de mostrarle a las fuerzas vivas de la ciudad quién era él.

Tiró la toalla sobre la cama, disgustado. Todo eso tendría que cambiar ahora. Lo que tenía que hacer era ponerse en contacto con Pablo aquella misma noche, sin importar lo tarde que fuera, para concertar una reunión a primera hora del día siguiente. Si había algo que recordaba de Lenape Bay era la eficacia del chismorreo. Antes de que el asiento hubiera tenido tiempo de enfriarse, Paula se abalanzaría sobre los teléfonos. Por la mañana, todo el mundo que fuera alguien sabría que Pedro Alfonso había vuelto.

Sonrió. La excitación le corría por las venas como una droga potente. Había pasado mucho tiempo preparando su vuelta, quería saborear cada momento único por entero. Si encontrarse con Paula antes de lo previsto alteraba sus planes, así tendría que ser. Él era flexible. Demonios, más que flexible, estaba preparado para cualquier cosa. Se dio un último vistazo en el espejo.

«Para cualquier cosa, para casi todo.»




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