jueves, 9 de julio de 2020

UN AMOR EN EL OLVIDO: CAPITULO 7




El sol se reflejaba en las aguas del canal. 


Tomaron un motoscafo, un taxi acuático privado, desde el aeropuerto Marco Polo. Aquel día de septiembre era cálido y soleado. Cruzaron la laguna y pasaron por delante de la piazza San Marcos y el puente de los Suspiros mientras iban de camino a su hotel.


Venecia. Pedro Jamás habría esperado regresar allí. Sin embargo, decidió que debía adaptarse al juego. Haría lo que fuera, sería todo lo romántico que tuviera que ser para conseguir que Paula se casara con él antes de que recuperara la memoria.


La observó mientras cruzaban las aguas del canal. Los ojos le brillaban con sorpresa. 


Observaba la ciudad con un profundo asombro, del mismo modo en el que todos los hombres que la veían la miraban a ella.


El conductor del taxi no podía evitar mirarla constantemente por el retrovisor.


Kefalas, el guardaespaldas de Pedro, estaba sentado detrás de ellos y, de vez en cuando, miraba a Paula algo más de lo que era estrictamente necesario.


Paula se había cambiado de ropa y se había duchado durante el vuelo que los condujo allí en su avión privado. El cabello oscuro le caía por encima de los hombros desnudos, rozando unos pezones que Pedro se podía imaginar fácilmente bajo el vestido de punto de color rojo. El escote del vestido mostraba claramente la parte superior de los pechos.


Además, la prenda apenas le cubría los muslos. 


Se había pintado los labios de un rojo oscuro que iba a juego con el del vestido. Tenía las piernas esbeltas y perfectas, que terminaban el afilado tacón de aguja de las sandalias que llevaba puestas.


Pedro no podía culpar a nadie por mirarla, aunque le habría gustado matarlos por hacerlo. Resultaba extraño que antes no hubiera sentido celos de que otros hombres miraran a Paula. 


Había dado por sentado que el resto de los hombres siempre quería lo que él. Pedro, poseía. ¿Por qué había cambiado eso? ¿Por qué Paula llevaba a su hijo en las entrañas?
¿Por qué tenía intención de hacerla su esposa?


Por supuesto, Paula sería su esposa tan sólo en apariencia. Para proteger a su hijo, no porque sintiera algo por ella. Sólo sentía odio hacia ella y, tenía que admitir, que deseo.


Miró al conductor con tanta dureza, que el joven se sonrojó y apartó la mirada.


Entonces, estrechó a Paula contra su cuerpo. Ella sonrió.


—Esto es muy bonito. Gracias por traerme aquí, aunque estoy segura de que te ha resultado muy inconveniente…


—Nada me resulta inconveniente si te da placer a ti —dijo él.


Entonces, le tomó la mano y se la llevó a los labios.


—Eres muy bueno conmigo —susurró Paula.


Estaba visiblemente afectada por el modo como él la había besado.


El hecho de que ella se mostrara como una jovencita inocente turbó a Pedro aún más. La femme fátale que él había conocido parecía haber desaparecido con sus recuerdos. Ataviada de aquella manera parecía aún la misma arrogante, cruel y fascinante criatura que había sido hacía unos meses, pero había cambiado completamente. Una vez más, se mostraba de nuevo como una virgen.


Ya no lo era. Pedro recordó el modo en el que habían concebido a aquel bebé y sintió que todo el cuerpo le ardía de deseo. Le miró el hermoso rostro y vio que las pupilas de ella se dilataban. 


Él recordó sin poder evitarlo todas aquellas semanas en Atenas cuando habían estado desnudos el uno junto al otro, cuando había creído que, bajo aquella hermosa y superficial apariencia, existía algo que merecería la pena poseer.


Había seguido siendo de la misma opinión hasta el día en el que la vio desayunando con su rival, dándole fríamente pruebas que le ayudarían a destruir su empresa.


«Recuerda ese momento. Recuerda cómo te traicionó y por qué». Le agarró con fuerza los hombros y recordó los días y las noches que pasaron juntos en junio.


Acostarse con ella se había convertido en una adicción para él. Se había entregado a ella como jamás lo había hecho hasta entonces y como, sin duda, jamás volvería a hacerlo.


Se había considerado un hombre cruel. Fuerte. 


Sin embargo, Paula lo había superado de tal modo que no se había dado cuenta de lo que ella le estaba preparando. Por eso, la odiaba con todo su corazón. A pesar de todo, seguía deseándola. La deseaba con una pasión que lo consumía de tal modo que podría terminar destruyéndolo. Decidió que no cedería a la tentación. Aunque las semanas que había pasado con ella habían supuesto la experiencia más erótica de su vida, jamás volvería a poseerla. Si la besaba, podría estar encendiendo una llama que no podría controlar.


Observó a Paula. Ella parecía estar completamente asombrada por la relación que
había entre ambos.


No lo comprendía. Al contrario de la Paula que había conocido, la que ocultaba tan bien sus sentimientos, la que tenía frente a él no escondía lo que sentía. Sus sentimientos se reflejaban claramente en su rostro angelical.


«Bien», se dijo. Era el arma perfecta para poder utilizarla contra ella. La convencería para que se casara con él. La cortejaría. La tomaría como esposa aquel mismo día. Haría todo lo que fuera necesario para que así fuera.


Excepto una cosa.


No volvería a llevársela a la cama. Nunca.




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