miércoles, 8 de julio de 2020

UN AMOR EN EL OLVIDO: CAPITULO 4




Paula embarazada.


Aún no se lo podía creer. No era de extrañar que ella se hubiera estrellado con el coche. Sólo pensar que iba a perder su figura y que no iba a poder ponerse todos los modelos de diseño que poseía debía de haberla desquiciado. Meses enteros sin poder beber champán, sin trasnochar con todos sus ricos, guapos y superficiales amigos. Paula seguramente debió de sentirse furiosa.


Pedro no le confiaría el cuidado de una planta, y mucho menos el de un niño. Ni siquiera parecía tener instinto maternal. No podría querer a un niño. Era la persona menos cariñosa que Pedro había conocido nunca.


Lentamente, abrió los ojos. Hacía poco más o menos una hora que sabía lo del niño, pero estaba completamente seguro de una cosa. 


Tenía que protegerlo.


—Entonces, no vivo en Inglaterra —dijo ella, de repente. Al mirarla, Pedro vio que ella tenía un aspecto triste y abatido—. ¿No tengo casa?


—Vives en hoteles —respondió, fríamente—. Ya te lo he dicho. Viajas constantemente.


—Entonces, ¿cómo consigo tener trabajo?


—No tienes trabajo. Te pasas los días comprando y asistiendo a fiestas por todo el mundo. Eres una heredera. Una mujer bella y famosa.


—Estás bromeando…


—No —dijo él, sin entrar en detalles. No podía explicarle cómo sus disolutos amigos y ella se pasaban el tiempo viajando, bebiéndose todas las bebidas de cada hotel de lujo en el que se alojaban antes de pasar al siguiente. Si lo hubiera hecho Paula podría haber notado el desprecio en su voz y cuestionar así la naturaleza de sus verdaderos sentimientos.


¿Cómo era posible que lo hubiera atrapado en sus redes una mujer como ella?


¿Qué locura se había apoderado de él para terminar convirtiéndose en su esclavo?


¿Cómo podía asegurarse de que su hijo jamás se viera descuidado, herido o abandonado por ella después de que recuperara su memoria?


De repente, se le ocurrió un nuevo pensamiento.


Si ella no podía recordarlo a él, si no podía recordar quién era ella ni lo que había hecho, eso significaba que no tenía ni idea de lo que estaba a punto de venírsele encima. No tendría defensa alguna.


Una lenta sonrisa le frunció los labios. Preparó un nuevo plan. Se lo quitaría todo, incluso el hijo que llevaba en las entrañas. Y ella ni siquiera lo vería venir.


—Entonces, vine aquí para el entierro de mi padrastro —dijo ella suavemente— pero no soy británica.


—Tu madre lo era, según creo. Las dos regresasteis a Inglaterra hace algunos años.


—¡Mi madre! —exclamó ella más contenta.


—Murió —le informó él secamente. Entonces, recordó que se suponía que él estaba enamorado de ella. Tenía que hacérselo creer si quería que su plan tuviera éxito—. Lo siento mucho, Pau, pero, por lo que yo sé, no tienes familia.


—Oh…


La tomó entre sus brazos y la estrechó con fuerza contra su pecho.


Le dio un beso en la parte superior de la cabeza. 


A pesar de su estancia en el hospital, el cabello le olía a vainilla y azúcar, los aromas que siempre asociaría con ella. El olor hizo que el cuerpo se le tensara inmediatamente de deseo.


No entendía por qué no podía dejar de desearla después de todo lo que ella le había hecho. 


Había estado a punto de arruinarlo, ¿cómo era posible que su cuerpo aún siguiera anhelando su contacto? ¿Acaso era un hombre sin honor ni orgullo?


Claro que los tenía, pero el modo como ella tenía de actuar, incluso comportándose de un modo tan inocente, lo atraía como si fuera una llama. Recordó la fiera pasión que ardía dentro de ella y que él era el único hombre que la había saboreado…


«¡No!». No pensaría en ella en la cama. No la desearía. Demostraría que tenía control sobre su cuerpo.



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