jueves, 11 de junio de 2020

MAS QUE AMIGOS: CAPITULO 47




Cuando entraron en el despacho de Damian, éste los saludó con abierto entusiasmo.


—¡Bien hecho! ¡Bien hecho! —estrechó la mano de Pedro con fuerza en las dos suyas.


Luego se volvió hacia Paula y la abrazó con la efusividad reservada sólo para los cumpleaños y las navidades, plantándole un beso en cada mejilla.


Pedro jamás había dudado del cariño que sentía Damian por ellos dos, pero las demostraciones habían sido pocas y espaciadas. Lo cual sólo podía significar que su tutor, igual que él, jamás había comprendido el placer que le brindaba a Pau las muestras tangibles de afecto. Pero Pedro lo vio en ese momento en los ojos y en la sonrisa de ella, que le iluminó todo el rostro de un modo que le llegó al alma. En ese instante estaba más hermosa que ninguna mujer que hubiera visto jamás. Se sintió extasiado ante la idea de que pudiera llevar a su hijo en su interior.


El hijo de ambos. Una personita que los dos habían creado...


Los sentimientos que el concepto produjo en él, tanto mental como físicamente, estaban más allá de toda descripción. Lo único que sabía era que Paula podía discutir todo lo que quisiera sobre que un matrimonio de verdad sólo podía existir si se basaba en el amor, y que ella jamás se casaría de otra manera... de nada le serviría.


Si llevaba a su hijo, también iba a llevar su anillo.


Si quería abrazar la fantasiosa ideología del amor, perfecto. Pedro nunca había creído en eso y no pensaba cambiar de parecer, aunque no podía negar que la idea de compartir su cama y abrazarla cada noche durante el resto de su vida empezaba a socavar su aversión por el matrimonio.


—De acuerdo, adelante, Pedro —instó el hombre mayor, sacándolo de sus sueños eróticos—. Siéntense y pongámonos a hablar de nuestra última adquisición —ordenó—.
¿Sabes, Pedro? Eres un excelente negociador. Como bien saben, ser propietario de una isla siempre ha sido mi mayor objetivo. Pero me es imposible contarles lo que significa para mí tener el complejo de Illusion Island.


—No hace falta —indicó Pedro—. Tu sonrisa lo dice todo. Pero, como te expuse anoche por teléfono, no lo habría podido conseguir sin Pau.


—Exagera, Damian, yo... —comenzó a ruborizarse.


—No por lo que Mulligan me contó —intervino Damian.


—¿Has hablado con Mulligan? —preguntó Pedro tras intercambiar una mirada alarmada con Paula. Esperaba que sólo fuera una alucinación.


—Sí, me llamó ayer a última hora, poco después de hacerlo tú. Parecía un poco alegre, aunque se rumorea que le gusta la bebida tanto como las mujeres. Bueno —continuó—, al parecer va a venir a Sydney en unos días y quiere que nos reunamos de modo informal —la expresión desesperada en la cara de Paula reflejó la de Pedro—. Naturalmente acepté... —Damian calló al observar con desconcierto a Pedro y a una Paula pálida—. ¿Qué sucede? —inquirió con tono cauto y ojos penetrantes—. ¿Hay
algún problema o inconveniente con el trato que no va a gustarme?


—Inconveniente es una palabra adecuada, ¿no crees Pau?—comentó Pedro.


—Vamos, dejen esas miradas furtivas y respondan —insistió Damian—. Es evidente que
algo sucede y que yo desconozco. ¿De qué se trata?


—Probablemente te refieres a nuestro matrimonio —dijo Pedro.



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