miércoles, 27 de mayo de 2020

MI DESTINO: CAPITULO FINAL




Oír aquello conmovió a Pau.


Buscó apoyo moral en su amiga Tamara, que, a pocos pasos de ellos, enternecida, se tapaba la boca con una servilleta mientras grandes lagrimones corrían por su cara. Aquel loco, desatado, imprevisible y maravilloso amor era lo que ella siempre había buscado y de pronto Paula lo tenía frente a ella; sin poder evitarlo, se emocionó.


Aquellas lágrimas tan significativas a Pedro le dieron valor para acercarse a ella y lenta, muy lentamente, le pasó una mano por la cintura, hizo que lo mirara a los ojos y dijo:
—Ahora que has conseguido que te diga las cosas que nunca pensé decir delante de tantas personas y que sabes que te quiero con locura, ¿qué tal si me dices que tú también me has echado de menos?


Pau cerró los ojos. Aquello era una locura, pero... ¡viva la locura!


Tras tomar aire y saber que ella sentía exactamente lo mismo que él y que ante eso nada se podía hacer, abrió los ojos y, segura de lo que iba a decir, murmuró sonriendo:
—Te he echado de menos, Pedro.


Aquellas simples palabras le hicieron saber a él que por fin todo estaba bien y suspiró mientras corregía:
—Pepe, cariño. Pepe para ti.


Volvía a tener a la mujer que amaba a su lado y, acercando sus labios a los de ella, la besó, sin importarle las docenas de ojos emocionados que los observaban, ni los aplausos que se oyeron tras aquel candoroso y romántico beso.


Un vez que sus bocas se separaron, Paula, sin comprender todavía lo que había ocurrido, fue a hablar cuando él la cogió entre sus brazos y, entre vítores, la sacó del restaurante.


—Pedro, suéltame.


—Pepe—murmuró él.


—Tengo que trabajar. —Ella rio.


—No, cielo. Hoy no trabajas. Te doy el día libre.


Divertida por aquello, sonrió y, al ver que bajaba la escalera del hotel mientras la gente aplaudía a su paso, preguntó:
—¿Adónde vamos?


Pedro, feliz como nunca en su vida, anunció:
—A mi casa, que a partir de este instante es nuestra casa. Allí te desnudaré, te haré el amor y terminaré de convencerte para que te cases conmigo mañana mismo, aunque sea en Las Vegas. Ah, por cierto, hablé con tu padre esta mañana y tanto él como tu madre nos dan su bendición y no te esperan esta noche a dormir.


Alucinada, lo miró.


—¿Has hablado con mis padres?


Él asintió y explicó:
—Cuando saliste de casa, me recibieron y tuve una larga e interesante conversación con ellos. Por cierto, tu madre hace unas tostadas muy ricas.


Boquiabierta al pensar en sus padres, soltó una carcajada y, observándolo, cuchicheó:
—Pepe, estás loco.


Encantado por aquello, él la besó y añadió:
—Me encanta que me llames Pepe y, sobre todo, saber que hago buena pareja con Pau la Loca.


La susodicha, al oír aquello, puso los ojos en blanco pero finalmente sonrió. Él acababa de cometer una gran locura por amor y, sin duda, ella no se iba a quedar atrás.


Los cuentos de princesas que su madre le leía cuando era pequeña no existían o raramente pasaban en la vida. Sin embargo, ella era una chica afortunada y su cuento de amor, con su morboso y maravilloso príncipe llamado Pedro, acababa de comenzar.




2 comentarios: