miércoles, 27 de mayo de 2020

MI DESTINO: CAPITULO 38






Una mañana como cualquier otra, mientras colocaba los cubiertos sobre la mesa para los 
huéspedes, por los altavoces comenzó a sonar
Puedes contar conmigo, interpretada por La Oreja de Van Gogh.


Al oír la canción, suspiró. ¿Por qué? ¿Por qué todo le recordaba a él?


Continuó trabajando cuando, de pronto, oyó tras ella:
—Señorita, por favor.


Esa voz.


Ese tono.


Ese acento.


Se giró temerosa de que todo fuera un sueño. 


Pero no. Allí estaba él, más guapo que nunca, en vaqueros y con una camisa oscura de Ralph Laurent, mientras por los altavoces seguía oyéndose la canción.


Sus ojos se encontraron y Paula, besándola con la mirada y con una seductora sonrisa, preguntó:
—Señorita, ¿me sirve un café?



Desde el día en que se había marchado del hotel, no había podido dejar de pensar ni un solo instante en la joven descarada, alocada, inteligente e independiente que primero le salvó de morir atropellado, luego le sirvió un café con sal y, después, le cambió la vida.


En su casa de Londres había escuchado mil veces el disco que ella le había regalado en aquella mágica visita a Toledo y, tras mucho pensarlo, había vuelto a por ella. Paula era lo único que le importaba y se lo tenía que hacer saber, fuera como fuese.


No le importaba la diferencia de edad. No le importaba que sus ideas fueran distintas. Sólo era relevante lo que el corazón le decía y, por tanto, debía intentarlo una y mil veces más.


Él era un hombre sobrio por naturaleza, e incluso su humor no era el más maravilloso, pero ella, con su locura, con su desparpajo y con su particular manera de ver la vida, sabía hacerlo sonreír como nadie lo había conseguido antes en el mundo.


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