miércoles, 20 de mayo de 2020

MI DESTINO: CAPITULO 16




Una vez que se quedaron de nuevo a solas, confundido por lo ocurrido, la miró y preguntó:
—¿Pau la Loca? ¿Por qué te llama así?


Sonriendo, Pau bajó la voz.


—Es una larga historia. Sólo te diré que, cuando me enfado, ¡me vuelvo loca! Ejemplo más reciente: ¡un café con sal!


Sorprendido por aquella aclaración, y tras recordar aquel asqueroso café, fue a hablar cuando ella añadió:
—El Cobaya, el Garbanzo y Lola tienen un grupo de música llamado Los Cansinos, y son buenísimos. Tendrías que escucharlos. ¿Quieres que vayamos al local de ensayo?


Bloqueado, la miró. ¿Él en un local de ensayo con aquéllos?


Sin demora, se quitó a la joven de encima. 


Aquella intromisión le acababa de aclarar que lo que estaba haciendo era una auténtica tontería.


Él, ella y sus mundos nada tenían que ver, así que murmuró:
—Es mejor que me vaya.


Sorprendida por aquel cambio de actitud, la chica preguntó:
—¿Por qué? ¿Qué ocurre, Pepe?


Pedro—gruñó mientras se cerraba el botón de la camisa—. Mi nombre es Pedro.


Descentrada al verlo de pronto tan molesto, fue a protestar cuando él sentenció sin mirarla:
—Esto no es una locura, es un error.


Molesta por aquello, Pau no sonrió y afirmó:
—Tienes más razón que un santo, pero también creo que...


—Escucha, Paula —la cortó—. Tú y yo nos atraemos, de eso no me cabe la menor duda. Pero soy un hombre adulto que vive en un mundo donde la gente no se agujerea las orejas, ni se rapa media cabeza por amor al arte... y he de ser juicioso y saber parar cuando he de hacerlo. Además, mañana regreso a Londres y creo que lo mejor es que lo dejemos aquí.


Ahora la descolocada era ella. ¿Y por qué la había seguido? ¿Por qué le había pedido otro beso? ¿Por qué le había dicho las cosas que le había dicho?


Sin cambiar su gesto para no hacerle ver lo mucho que le dolía que se marchara, y no sólo del Starbucks, dijo mientras guardaba su iPad en el bolso:— Mira, colega, tienes razón. Vuelve a tu mundo encorsetado. Adiós, Pepe.


Y sin añadir nada más, le entregó su corbata y se marchó, dejándolo solo en el Starbucks, plantado como una seta.





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