miércoles, 29 de abril de 2020

CITA SORPRESA: CAPITULO 44




–¿Casarte con él? –exclamó Isabel al día siguiente. Estaban en su bar favorito, donde Paula había pedido una conferencia urgente–. No te lo estarás pensando, ¿verdad?


–Pues... la verdad es que sí.


En realidad, no podía dejar de pensar en ello. 


Día y noche.


–Ya sé que no es el matrimonio con el que había soñado toda mi vida, pero no todo el mundo tiene la suerte de Paola. Hay otras cosas además del amor.


–¿Por ejemplo?


–Respeto, afecto, seguridad...


–El matrimonio es compromiso, Paula –dijo Paola–. Pero lo más importante del matrimonio
es el amor. Y sólo serías feliz si Pedro te quisiera.


–Vaya, y tú eres la que me lo presentó.


–Pensé que podríais enamoraros. Pero eso es imposible hasta que Pedro se despida de Ana. No la olvidará, pero tiene que seguir adelante... y no sé si está preparado para eso. No puedes casarte sin amor, Paula.


Sería mejor que vivir toda su vida sin Pedro, pensó ella. Llevaba noches sin dormir dándole
vueltas al asunto... pero no estaba segura del todo.


–Tú te mereces lo mejor –dijo Isabel.


Sus amigas hicieron lo posible para evitar que cometiese un error, pero cuanto más lo pensaba,
más convencida estaba de que casarse con Pedro era la mejor decisión. Él no la quería por el momento, pero los años harían nacer el afecto. 


Y si venían hijos... eso los uniría mucho más.


Pedro la estaba esperando cuando llegó a casa.


–He estado pensando en lo que me dijiste.


–¿Y?


–Y... –Paula abrió la boca para decirle que sí cuando, de repente, se dio cuenta de que no podía hacerlo. No podía vivir con él sin decirle que estaba enamorada. Sería una tortura insoportable–. Iba a decirte que sí, pero no sería justo para ninguno de los dos –dijo entonces, quitándose el anillo.


–Ariana se llevará una gran desilusión –murmuró él, sin mirarla.


No dijo nada más y Paula supo que no se había equivocado.


Pero Ariana no sólo se llevó una desilusión. Se quedó desolada al día siguiente, cuando le dijo
que iba a marcharse.


–¡Me prometiste que te quedarías para siempre! –gritó la niña.


–Habíamos quedado en que sería mientras la tía Estela estuviese aquí... –intentó convencerla su
padre.


–¡Me prometió que se quedaría! –gritó Ariana, corriendo a su habitación.


–¿Quieres que suba a hablar con ella? –preguntó Paula, angustiada.


–No, déjala. Ya lo entenderá. Sólo espero que no le haga la vida imposible a la nueva ama de
llaves –suspiró Pedro–. Es más que capaz.


La nueva empleada, Maria, llegó dos días más tarde y Ariana fue amabilísima con ella. 


De hecho, era como si Paula no existiera. 


Apenas le dirigía la palabra.


Cuando Pedro le preguntó si quería despedirse, la niña negó con la cabeza... pero en el último
minuto salió corriendo al jardín y se abrazó a Paula.


–Adiós –le dijo con voz entrecortada. Y después, sin mirarla, volvió corriendo a la casa.


Los ojos de Paula se llenaron de lágrimas. No había imaginado que le dolería tanto decirle adiós a aquella cría.


–Te echará de menos –dijo Pedro.


–Yo también la echaré de menos.


–Podrías venir alguna vez. Para ver si estamos cuidando bien de Derek...


–Quizá –murmuró ella, tan triste que no podía hablar.


¿Por qué, por qué había decidido marcharse? 


Debería haberse quedado, debería haber aceptado su oferta de matrimonio.


Hicieron el viaje en silencio. Pedro subió la maleta al portal y Paula se quedó esperando en el descansillo. Siempre le había gustado su casa, pero en aquel momento le parecía fría y solitaria.


Como lo sería su vida a partir de entonces.


No quería ni pensar en decirle adiós...


–Bueno, me marcho –dijo Pedro


Pero no se movió. Por una vez, parecía tan perdido como ella.


–Sí. Ariana estará esperándote.


Lo miraba como si quisiera guardar en su memoria aquel rostro, aquellos ojos... quizá no volvería a verlo nunca, pensó, asustada.


–Gracias por todo dijo Pedro, inclinándose para besarla en la mejilla.


Paula cerró los ojos, sintiendo que su corazón se rompía en pedazos.


–Adiós.


Se miraron durante unos segundos que le parecieron una eternidad. Pedro se volvió entonces bajó los escalones. Después, subió al coche y desapareció de su vida para siempre






No hay comentarios.:

Publicar un comentario