viernes, 24 de abril de 2020
CITA SORPRESA: CAPITULO 27
Debería haberlo esperado, pero no. La había pillado por sorpresa. Paula se quedó mirando el plato, sin saber qué decir, sorprendida por el absurdo deseo de que aquello fuese verdad.
Deseaba ser su novia, que Pedro la amase, que quisiera casarse con ella...
Se sentía rara. Era como si se hubiera quedado sin oxígeno de repente.
–¿Te importaría hacerte pasar por mi novia? –le preguntó Pedro.
«Hacerte pasar». Esas dos palabras eran la clave. Sus sueños no iban a hacerse realidad.
Pedro estaba dejando claro que no hablaban de algo real.
–Sé que es una petición extraña, pero significaría mucho para Ariana. Y para mí –dijo él entonces–. Por supuesto, todo sería una farsa. No espero que... que lo veas como algo de verdad. Sólo sería un trabajo.
–¿Un trabajo? –repitió Paula.
–No te pediría que hicieras eso gratis. Te pagaré un extra... por hacerte pasar por mi novia.
Hablaba con toda formalidad, como si estuvieran discutiendo un trabajo de secretaria. Y dejando claro que aquello sólo era un acuerdo comercial.
–¿Y qué tendría que hacer? –preguntó ella, intentando contener los nervios.
–Hacerle creer a mi hermana que tú y yo...
–¿Estamos enamorados?
–Eso es –suspiró Pedro.
–En el instituto se me daba bien el teatro. Siempre quise un papel protagonista, pero sólo me daban papeles secundarios, así que ésta podría ser mi gran oportunidad –intentó bromear Paula.
–Entonces, ¿te lo pensarás? –preguntó él, incrédulo.
–¿Por qué no?
Lo que no podía hacer era dejar que Pedro descubriese que empezaba a estar interesada por él.
Si lo supiera, no le habría pedido que se hiciera pasar por su novia, seguro. Tenía que convencerlo de que todo era un juego para ella.
–Será más divertido que trabajar de secretaria. De hecho, a mí me parece dinero fácil.
–Cuando conozcas a mi hermana no pensarás eso. No es tonta y nos vigilará, te lo aseguro. Si
queremos dar la impresión de estar comprometidos tendremos que... en fin, tratarnos de una forma más cariñosa.
«Tratarnos de forma cariñosa».
–¿Quieres decir que tendremos que besarnos?
–Ocasionalmente, sí –murmuró él, avergonzado–. ¿Qué te parece?
¿Qué le parecía? Paula se imaginó a sí misma echándole los brazos al cuello. Se imaginó apretándose contra su pecho, recibiendo la caricia de esos labios firmes... y una ola de deseo la invadió, dejándola sin respiración.
–Si mi hermano me dice que va a casarse, yo querría saber hasta el último detalle.
Pedro sonrió.
–Bueno, me preguntó cómo eras.
–¿Y qué le dijiste?
Él la miró con una expresión indescifrable de las suyas.
–Que eras simpática, divertida, cariñosa y que a Ariana le gustabas mucho. Es la verdad, ¿no?
¿Era la verdad? ¿Que a Ariana le caía bien o que pensaba todas esas cosas de ella?
Tampoco era una declaración de amor, ¿no?
Paula movió la pasta distraídamente. Le hubiera
gustado que la describiese como una mujer preciosa, deseable, irresistible. ¿Por qué no se le había ocurrido ninguno de esos adjetivos?
Pero sabía por qué. Porque no pensaba que lo fuera. Porque no la quería. Tendría que acostumbrarse a la idea, se dijo. Paula soltó el tenedor, suspirando.
–¿Tu hermana no te preguntó por qué habías cambiado de opinión sobre el matrimonio?
–Le dije que lo entendería cuando te conociese.
Sus ojos se encontraron entonces y pasó algo.
Algo que aceleró el corazón de Paula, pero que
terminó en un segundo.
–¿Qué habrías hecho si te hubiera dicho que no?
–No estoy seguro –admitió Pedro–. La verdad es que confiaba en que dijeras que sí. Pero si hubieras dicho que no, le contaría a mi hermana que me habías dejado por otro.
–¡Yo no haría eso! –protestó Paula.
–No, quizá no –murmuró él, su expresión, como siempre, indescifrable.
–También podrías haber inventado una crisis familiar.
–Haría falta algo más que una crisis para detener a mi hermana. Te buscaría por toda
Inglaterra.
–Bueno, además, no he dicho que no.
–Tendremos que inventar alguna razón de peso para cortar cuando se marche... porque si no,
comprará el billete de avión para la boda. Y tendremos suerte si no nos obliga a casarnos mientras está aquí –sonrió Pedro–. No, no te preocupes. Lo decía de broma –añadió al ver la expresión de Paula.
–No, claro. Y no queremos que eso pase, ¿verdad?
–No. No queremos.
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