domingo, 19 de abril de 2020

CITA SORPRESA: CAPITULO 13





Paula lo intentó. Harta de oír hablar sobre la inmaculada Alicia, hizo un esfuerzo para vestir
mejor. Nunca estaría cómoda con un traje de chaqueta y su pelo jamás podría ser domado, pero al menos estaba dispuesta a intentarlo. 


Cuando Pedro le daba una de sus contestaciones, se mordía la  lengua. Seguía trabajando y esperaba que se diese cuenta de que estaba haciendo un esfuerzo.


Incluso había practicado un discurso para cuando le diera las gracias por su trabajo.


¡Menuda pérdida de tiempo! En lugar de estar agradecido, Pedro parecía sospechar de su nueva actitud.


–¿Qué te pasa? –le espetó un día.


–Nada –contestó ella.


–Me pone nervioso que seas tan amable. ¿Y por qué vistes así? ¿Tienes una entrevista de
trabajo?


–No. Estoy intentando tener un aspecto más profesional. Pensé que lo aprobarías.


Pedro la miró, irónico. Se le había soltado la coleta y los rizos estaban por todas partes, como
siempre. Su único traje de chaqueta era de un gris aburridísimo y la camisa blanca estaba
arrugada. Era difícil creer que aquel traje salía del mismo armario donde estaba el vestido rojo
que se había puesto para la cena.


–No te va bien ese aspecto... tan serio.


«A algunos no hay forma de agradarles», pensó Paula, resignada.


Y como Pedro no la entendía, decidió volver a portarse como antes, especialmente después de
una charla muy interesante con Paola. Paula le contó, porque no se lo había contado antes, que Pedro era su jefe y descubrió que él se lo había contado a Gabriel al día siguiente.


–¿Dijo algo de mí? –le preguntó a su amiga.


–Creo que se quedó muy sorprendido por tu vestido. No creo que lleves esos escotes a la
oficina, ¿no?


–Claro que no. ¿Qué esperaba, que fuese a cenar con un traje de chaqueta?


Qué hombre. Siempre se estaba quejando de algo.


–Le dijo a Gabriel que yo no era su tipo –le contó a Isabel aquella tarde–. Así que no pienso
seguir siendo amable con él. Además, no agradece mis esfuerzos.


No pensaba ser amable, pero estaba decidida a demostrarle que Alicia no era la única que
podía ser profesional. Cada mañana, intentaba estar en su escritorio antes de que él llegase a la
oficina. Eso significaba levantarse al amanecer, por supuesto, pero valía la pena sólo para ver su
cara de desconcierto.



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