miércoles, 25 de marzo de 2020

ANTES DEL AMANECER: CAPITULO 65




Transcurrieron varias horas antes de que pudieran regresar a casa de Pedro. De camino se detuvieron en una clínica. El médico de guardia le curó a Paula los arañazos de rata que tenía en los brazos y piernas, y le administró un antibiótico contra posibles infecciones.


Afortunadamente, las heridas eran minúsculas y la ropa la había protegido bien. El médico también se ocupó de Kiara. La habían sedado nada más sacarla de la sala de espera del hospital. Adormilada, se había despertado precisamente en la sala de curas, de buen humor y felizmente inconsciente del peligro que había corrido.


En aquel momento se había vuelto a dormir. Pedro entró en la casa con ella en brazos y entre los dos la acostaron. Después de darle un beso de buenas noches, salieron sigilosamente de la habitación.


En el mismo pasillo, se abrazaron. Faltaba muy poco para que amaneciera y sabía que estaba cansada, pero Pedro necesitaba decirle algunas cosas. Y que ella las escuchara.


—Hoy te has portado como una valiente. La mujer más valiente del mundo.


—No quería serlo. Yo sólo quería escapar…


—Pues hiciste lo que tenías que hacer. No solamente te enfrentaste con tu pasado, sino que te mantuviste firme a pesar de todo. Sólo siento haberte fallado. Falté a mi promesa de protegerte.


—No habrías podido evitarlo. Es como si todo hubiera estado destinado a suceder. Como si me hubiera estado reservado desde aquella noche, cuando oí el llanto del bebé. Hasta que me encontré cara a cara con la verdad.


—Quedarte encerrada en aquella bodega debió ser horrible…


—No más que las pesadillas con las que conviví durante veinte años.


—Espero de todo corazón que nunca más vuelvas a tenerlas.


—Yo confío en ello. Es más, creo que finalmente el llanto de aquel bebé cesará por completo —se apartó para mirarlo detenidamente—. ¿Y tú, Pedro? ¿Serás capaz tú también de dejar atrás el pasado y seguir adelante con tu propia vida?


Pedro soltó un profundo suspiro, consciente de que aquel era el momento de la verdad y que tenía que ser absolutamente sincero.


—Creo que jamás me perdonaré a mí mismo por haber permitido que la hija de María fuera asesinada. Eso es algo que no se puede olvidar. Pero lo de la vida de ermitaño ha terminado. Ahora quiero mirar hacia el futuro.


Hacía tan sólo unos minutos, Paula se había sentido tan cansada que apenas había podido andar. Pero ahora no.


No estaba muy segura de la naturaleza de su relación, pero sabía que amaba a Pedro y que aquel era el momento que siempre había esperado.


Se puso de puntillas y le dio un beso antes de mirarlo fijamente a los ojos.


Incluso a la débil luz del pasillo, podía ver algo distinto en ellos. Menos tristeza. Pero su mirada era tan atractiva y magnética como siempre.


—Ya sé que estás cansada, Paula.


—No tanto. Vamos a la cama, Pedro. Necesito pasar esta noche en tus brazos. Una noche para sentirte. Y para no pensar ni en Meyers Bickham, ni en los fantasmas del pasado.


—Que sean mejor un millón de noches. 
Concédeme a mí ese deseo.


—¿Sabes lo que me estás pidiendo, Pedro? —inquirió, estremecida.


—Sí, sé exactamente lo que te estoy pidiendo y lo que quiero. Te quiero a ti y a Kiara.


—Te complicaremos la vida.


—Eso espero. Quiero complicaciones. Responsabilidades. Y amor.


—Pues lo vas a tener. Puedes estar seguro…


Pedro la levantó en brazos y la llevó a la cama para inaugurar la primera de aquel millón de noches. Cuando volvió a besarla, Paula comprendió que la maldición de Meyers Bickham había terminado. Y que una vida entera de amor estaba a punto de comenzar.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario