jueves, 12 de marzo de 2020

ANTES DEL AMANECER: CAPITULO 23





Cuando Pedro volvió para ayudarla a cargar la furgoneta, Paula lamentaba ya profundamente tener que dejar la cabaña. Una vez limpia de polvo, insectos muertos y telarañas, ofrecía un aspecto realmente acogedor. El lugar ideal de vacaciones, para alguien que no hubiera recibido llamadas telefónicas amenazadoras en mitad de la noche, ni visitas de falsos agentes del FBI.


Pedro apenas había abierto la boca desde que regresó para echarle una mano. Paula esperaba que no hubiera cambiado de idea.


—Vamos, mami. Eres demasiado lenta.


—Ya voy.


—Creo que deberíamos llevarnos nuestro nuevo puente con nosotras —sugirió Kiara, mientras trotaba alegremente detrás de Pedro.


—Me temo que no hay espacio —replicó mientras cargaba la última caja en la furgoneta—. Además, ya no lo necesitamos.


—¿No tienes un arroyo en tu casa?


—Sí, pero yo ya tengo un puente, y lo suficientemente grande como para que pase un camión. Y también tengo un estanque.


—¿Pescas en él?


—Un poco. ¡Ah, y tengo un perro! Un labrador de color chocolate que se llama Mackie.


Los ojos de Kiara se iluminaron de entusiasmo.


—¿Podré jugar con él?


—Supongo que no tendrás más remedio. Mackie se asegurará de ello.


—Espero que le caiga bien.


—Acaríciale un poco, lánzale la pelota para que te la recoja y llévalo a bañar… Y te querrá eternamente.


—¿Tú tienes piscina?


—Más que piscina, es una charca.


—Mamá, ¿podemos ir a nadar a la charca del señor Pedro?


—Ya veremos.


—¿Cuándo lo veremos?


—Antes tendremos que deshacer el equipaje.


—Pero después de eso, ¿iremos?


—Sí, claro.


Paula se detuvo en la pasarela y se volvió para contemplar la cabaña. Había puesto tanta ilusión en aquellas vacaciones cuando dejó Columbus… Unas vacaciones sin preocupaciones, sin quebraderos de cabeza…


—¿Lista? —le preguntó Pedro.


—¿Y tú?


—Supongo que sólo hay una manera de averiguarlo.


No le pasó desapercibido el leve temblor de su voz.




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