domingo, 8 de marzo de 2020

ANTES DEL AMANECER: CAPITULO 11




Paula observó a Pedro mientras se inclinaba sobre Kiara para ayudarla a manejar el martillo, cuidando de que no se hiciera daño. Se suponía que los perros y los niños eran los mejores jueces de las personas, pero ella todavía no se sentía dispuesta a confiar en aquel viejo refrán. 


Por eso seguía siendo tan consciente de su presencia.


Acababa de quitar la última telaraña cuando sonó su teléfono móvil. Entró corriendo en la casa para contestar.


—¿Diga?


—¿Qué tal va la vida en la pequeña cabaña de las montañas? —le preguntó Ana, con su característico acento de Georgia.


—Llena de telarañas y de polvo —respondió, volviendo al porche.


—No digas que no te lo advertí. Las arañas adoran ese lugar, entre otros muchos insectos. ¿Has conocido a alguno de tus vecinos?


—De hecho, sólo tengo uno —Paula le explicó lo de la destrucción del puente. Al parecer, según Mattie, no lo habían reconstruido porque un tornado se había llevado las cabañas de la parte alta—. Y sí, ya lo conozco. Una especie de ermitaño barbado que cultiva manzanas ecológicas. Debe de haber comprado el viejo manzanar de los Delringer.


—Sí, hace tres años. Y también he conocido a Mattie y a Henry. Y a su hija Dolores.


—Dolores ya debe de estar en la universidad.


—La de Georgia. Está estudiando para profesora.


—Me alegro por ella. Entonces… ¿La cabaña sigue habitable?


—En eso estamos. Ahora mismo tengo todas las puertas y ventanas abiertas, para airearla. Y estaba en pleno proceso de retirada de telarañas.


—Bien. Porque no te llamaba precisamente para charlar.


—No me digas que el decano quiere que vuelva a para atender a otro estudiante descontento con sus notas.


—No, es sobre aquel antiguo orfanato donde estuviste. Meyers Bickham.


—¿Qué pasa con Meyers Bickham? —inquirió, súbitamente alerta.


—Lo están demoliendo.


—Se estaría cayendo de viejo. Ya sucedía cuando yo estuve allí, y desde entonces llevaba años cerrado.


—Un equipo de demolición se estaba ocupando del sótano cuando encontraron restos de niños enterrados en las paredes. Es la página de portada de los informativos de hoy. La policía ha abierto una investigación.


Niños enterrados en las paredes del sótano. Era una noticia verdaderamente espeluznante. 


Como una pesadilla hecha realidad.


—¿Estás bien? —le preguntó Ana, al ver que no contestaba—. No he querido alterarte… Sólo pensé que podrías encontrarlo interesante. Además, estaba segura de que la noticia no habría llegado hasta allí…


—No te preocupes. Estoy bien. Lo que pasa es que es tan… Truculento. Y tienes razón. No me había enterado.


—¡Ah! Y otra cosa. La secretaria del departamento me dijo que alguien de la asociación de historiadores de Savannah llamó ayer para hablar contigo. Ella les dijo que estabas pasando el verano en mi cabaña y les dio tu número de móvil. Probablemente esperarán a que regreses al campus, pero yo quería decírtelo por si acaso estabas interesada en contactar con ellos antes.


—Gracias, pero lo dejaré para la vuelta. Ahora mismo estoy en vaqueros cortos y camiseta, y el pensamiento de vestirme de punta en blanco me aterra… Oye, ¿por qué no vienes a vernos en algún momento?


—Me encantaría si no tuviera tanta necesidad de quedarme aquí para supervisar la decoración de mi casa. Mañana me trasladaré a tu apartamento, si te parece bien. Van a empezar a levantar el suelo de la cocina y soy alérgica al polvo.


—Trasládate cuando quieras.


Charlaron durante unos minutos más. No volvieron a hablar de Meyers Bickham, pero Paula ya no pudo quitarse aquella noticia de la cabeza. Siempre había estado convencida de que aquel sótano estaba hechizado. Y así había sido. Almas en pena encerradas en sus muros de ladrillo…


De repente maldijo para sus adentros. Claro. Por eso había recibido aquella nota tan extraña el día anterior. Quienquiera que la hubiera escrito, creía que ella estaba dispuesta a hablar. Cerró los ojos. Y volvió a abrirlos al escuchar el grito alborozado de Kiara:
—¡Estoy ayudando a hacer el puente, mami!


—Qué bien, corazón.


—¿Quieres venir a verme?


—Ahora mismo voy para allá.


Iría cuando se recuperara lo suficiente. Aún estaba estremecida. Niños enterrados en los muros de un orfanato. Era algo absolutamente horripilante.




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