lunes, 3 de febrero de 2020

ADVERSARIO: CAPITULO FINAL



—Paula, rápido, despierta


Paula abrió los ojos, frunció cl ceño al ver que apenas eran las ocho. 


— ¿Qué pasa? —preguntó—. ¿Es Raquel...? 


—Raquel está bien... profundamente dormida en su cuna —la tranquilizó Pedro.


— ¿Entonces, por qué me despiertas? —Protestó Paula-—. Los sábados tú te encargas de Raquel en lo que yo recupero un poco de sueño...


Pedro se reía; ella estaba feliz. Lo amaba tanto. 


Y, desde el nacimiento de Raquel cuatro semanas atrás, él parecía al fin haber olvidado su infancia infeliz. Era un padre... y un marido maravilloso.


—Date prisa, hay algo que quiero que veas —le decía ahora, le apartó las mantas, ignorando sus protestas—. No es necesario que te vistas, sólo cubre tus pies.


Desganada, Paula lo siguió, parpadeó cuando la brillante luz de junio le dio en los ojos al abrir Pedro la puerta de atrás.


—¿Quieres que salga al jardín? ¿A esta hora el sábado por la mañana? Vaya, Pedro...


—Vamos, deja de protestar —le alborotó el cabello al hablar y le besó la nuca. Al hacerlo una oleada de deseo recorrió la espina de Paula—. Por aquí...


Ella lo siguió al jardín, y se detuvo de pronto cuando vio por qué la llevó allí.


Entre los arbustos que plantaron juntos, estaba la primera de las rosas. Todavía tenía rocío entre los pétalos recién abiertos.


Temblaba al inclinarse a aspirar su perfume, las lágrimas le brillaban sobre el rostro cuando se volvió a ver a Pedro.


—Oh, Pedro. La primera de las rosas de la tía Maia...


—Sabía que querrías verla.


Cuando la abrazó y la besó, en silencio Paula oró agradecida al destino que lo llevara a su vida. El la amaba tanto... la comprendía tan bien. 


Era su amigo y su amante... su compañero y su marido.


Desde la ventana abierta del dormitorio escucharon el llanto de Raquel.


—Mmm... Me parece que a alguien no le agrada perderse de nada. ¿Voy por ella, o vas tú? —preguntó Pedro.


—Vamos los dos... juntos... —sugirió Paula en voz baja.




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