viernes, 17 de enero de 2020

SIN PALABRAS: CAPITULO 11




El fin de semana pasó al mismo ritmo de un sitio web que se reinicia constantemente. El jefe de Pau hizo que se tomara la licencia de una semana por luto. Él no tomaría un no como respuesta, incluso cuando ella le aseguró que no era necesario. Nadie pareció creerle cuando dijo que estaba bien.


Para la noche del lunes, estaba volviéndose loca. Su apartamento brillaba como una habitación de muestra de Better Homes and Gardens4. Menos el jardín. Cada flor o planta de pésame que recibió fue donada al centro local de personas mayores de su calle. Alicia sabía bien que no debía desperdiciar dinero en la memoria de la Madre Monstruo, su apodo para Elena Chaves. Como era su voluntad, su cuerpo sería donado a la ciencia, todas sus posesiones y dinero fueron a un refugio de animales y no hubo arreglos para un funeral. No es que alguien fuese a asistir.


Para la tarde del martes, el timbre de la puerta sonó. Pau se debatió en ignorarlo, pero sintió lástima por el mensajero. No era su culpa que el artículo que traía no fuese deseado. Abrió la puerta y encontró una larga caja delgada con un listón blanco. El logo de Formal Floral estaba estampado en cursiva en una esquina.


Llevó la caja de buen gusto adentro y la dejó en su brillante mesa de cocina de lacado negro. 


¿Ali había decidido sorprenderla con un pequeño regalo de celebración?


El listón blanco se deslizó fácilmente y levantó la tapa. Una sola rosa blanca descansaba dentro, en una cama de flores aliento de bebé. Un sobre miniatura estaba ubicado debajo del capullo todavía sin florecer. Sacó la pequeña tarjeta.


En un grabado limpio, pero varonil, decía:



Estoy aquí para ti. ~ Pedro


Su visión se volvió borrosa por los ojos llorosos y sorbió un repentino chorro de mocos. No había derramado, ni derramaría ninguna lágrima por su madre.


En el fregadero llenó un vaso alto con agua. 


Añadió el conservador de flores y colocó el regalo sincero en el centro de la mesa. La caja fue directa a la papelera de reciclaje y la tarjeta fue al bolsillo de su pantalón negro.


El reloj de pared cromado de la cocina marcaba las doce quince. Faltaban cinco horas hasta que Alicia viniera de visita. Paula se acomodó el cabello y lo puso en una cola de caballo floja. 


Examinando la sala de estar, confirmó que ni una sola mota de polvo manchaba algún objeto. 


Se volvería loca si se quedaba aquí.


Con el bolso en mano, se dirigió a la puerta. El tren la llevaría a la oficina de Alicia para la una, bastante tiempo para arrastrar a su mejor amiga para almorzar. Se giró y miró el capullo de rosa blanco. En medio de los aparatos metálicos y las superficies negras relucientes de su decorado ultramoderno, la rosa brillaba como un faro de vida. Un faro de esperanza. Un faro de posibilidad.


El corazón se le apretó en el pecho. Se giró y cerró la puerta.


No era merecedora.


4 Serie de televisión.





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