martes, 7 de enero de 2020

HEREDERO OCULTO: CAPITULO 19




Pensó en su oferta. Barajó sus opciones. 


Sopesó su deseo de ampliar la panadería frente al deseo de que Dany fuese solo suyo y de mantenerlo alejado de Pedro, lo mismo que el control de su negocio.


Pensó que era posible que Pedro se estuviese comportando de manera amable, considerada y generosa para engañarla. Y que, en cuanto ella aceptase su dinero y le permitiese formar parte de su panadería y de la vida de Dany, él podría quitárselo todo.


Su negocio, su seguridad, a su hijo.


¿De verdad creía eso? A pesar de lo duro que había sido el divorcio, Pedro jamás había sido cruel a propósito. No había intentado hacerle daño, no había utilizado su influencia ni el dinero de su familia para dejarla en la indigencia.


Gracias al acuerdo prematrimonial que la familia de Pedro, o, más bien, su madre, le había hecho firmar, Paula se había marchado de aquel
matrimonio con poco más de lo que había tenido al principio, pero era consciente de que podía haber sido todavía peor.


Tenía amigas que habían pasado por divorcios mucho más desagradables, que habían estado casadas con hombres muy ricos que, en un arranque de ira, las habían echado a la calle prácticamente con lo puesto, a veces, acompañadas por sus hijos.


Pedro no había sido nunca ese tipo de hombre. 


Siempre había sido discreto y había preferido enfadarse en silencio a explotar.


Incluso durante el matrimonio, tal vez no hubiese sido todo lo atento que a ella le habría gustado, ni se hubiese tomado en serio las quejas acerca de su familia, o de su distanciamiento, pero jamás habían discutido por tonterías ni la había insultado. Paula había deseado que lo hiciese en varias ocasiones, solo para que le demostrase que le importaba lo suficiente como para discutir.


Pero la respuesta de Pedro al conflicto marital siempre había consistido en bajar la cabeza, guardar silencio y meterse en su despacho a trabajar todavía más.


Pedro también era uno de los hombres más honrados que conocía.


Todo lo relativo a Dany se quedaría en la esfera personal. Mientras que lo relacionado con la panadería sería estrictamente profesional, y lo trataría como tal.


Si no invertía en La Cabaña de Azúcar, solo retiraría su dinero y sus vínculos profesionales, no su amor por Dany ni su determinación de formar parte de la vida de su hijo. Y, por otro lado, si estaba en desacuerdo con algo relativo a Dany, jamás retiraría su inversión en la panadería solo para hacerle daño a ella.


Por desgracia, a ella nunca se le había dado tan bien separar su vida personal de la laboral. Adoraba La Cabaña de Azúcar. Formaba parte de ella, había sido construida con su sangre, su sudor y sus lágrimas y, sobre todo, con su corazón. Si fracasaba, si tenía que cerrar la panadería, una parte de ella moriría también.


Pero todavía más importante que la panadería, quien tenía la mayor parte de su alma y su corazón, era Dany. Sería capaz de prenderle fuego a la panadería si eso significaba mantener la felicidad y la seguridad de su hijo.


Y, para bien o para mal, Pedro era el padre de Dany, una parte de él. También era probable que fuese el único inversor que quisiese invertir tanto dinero en una panadería, y que pensase que sus ideas tenían mérito de verdad.


Cualquiera habría aceptado la oferta sin pensárselo, pero para Paula había demasiadas cosas en juego, lo mismo que para Dany y para tía Helena.


Al final, no hizo caso a su cabeza ni a su corazón. Siguió su instinto.


–De acuerdo –le dijo haciendo un esfuerzo–, pero no quiero tu caridad. Si vamos a hacer esto, quiero que sea oficial y legal. Haremos que Brian redacte los documentos y que deje constancia de que te devolveré el dinero.


Pedro le dedico una sonrisa paternal.


–De acuerdo. Lo llamaré por la mañana para ponernos manos a la obra.


Ella asintió despacio, todavía a regañadientes, todavía insegura.


–Bueno, ya hemos terminado con la parte profesional. Mañana repasaremos los detalles –le dijo él, bajando las manos hasta sus codos antes de añadir–: Ahora viene la parte personal.


Paula pensó que quería volver a hablar de Dany y se le hizo un nudo en el estómago. Contuvo la respiración y esperó a que le dijese que iba a pedir su custodia, o que quería llevárselo a Pittsburgh con él.


En su lugar, Pedro la abrazó e inclinó la cabeza para besarla.




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