viernes, 31 de enero de 2020

ADVERSARIO: CAPITULO 39




—¿QUE pasa? ¿Qué hay de malo? —Paula preguntó ansiosa mientras pasaba la mirada del rostro de ceño fruncido de la enfermera al de la partera. Por lo general disfrutaba sus visitas prenatales, pero ese día, por alguna razón, la apartaron de las otras madres sin darle ninguna explicación.


El corazón se le aceleró por el temor que sintió por el bienestar de su hijo.


—No pasa nada —la tranquilizó la partera—. Lo único que ocurre es que su bebé no parece crecer con la velocidad que debiera. En ocasiones ocurre que por una razón u otra, un niño deja de crecer. Por lo general, sólo es algo temporal, pero... bueno... nos gusta revisar más a fondo cuando se presenta este caso; y usted todavía está baja de peso...


Paula se sintió culpable. Si algo le ocurría a su hijo por su negligencia...


—¿Qué tengo que hacer? ¿Qué ocurrirá? —preguntó preocupada.


—Nada en este momento —la tranquilizó la partera—, pero, quiero que regrese en una semana. Si su bebé no muestra señas de crecimiento para entonces... -—frunció más el ceño, lo que intranquilizó mucho a Paula.


—¿Qué puedo hacer? —su pregunta era una súplica.


—Descanse y coma bien —fue la respuesta inmediata.


—Y, ¿si mi bebé no ha vuelto a empezar a crecer para entonces...?


—Ya veremos. Tal vez tenga que internarse en la clínica para que los vigilemos, pero no hay razón para alarmarse. Como dije antes, suele darse este tipo de situaciones. Tomémoslo como un descanso temporal por parte del bebé... En este momento no es necesario que se deje llevar por el pánico. De hecho, es lo último que debe hacer —agregó con firmeza.


Cuando Paula salió del hospital media hora después, todavía estaba alarmada. Caminaba sin ver. No notó la presencia del hombre que estaba parado al otro lado de la calle. Su bebé corría un riesgo y era culpa suya. Tenía que serlo. Si cualquier cosa... El pánico y la culpa empezaron a hacer presa de ella. Nunca se sintió más sola ni más atemorizada en toda su vida.


Pensó en ir a ver a Laura para confiarle su preocupación, pero entonces recordó que su amiga se preparaba para el arribo de sus padres y los de Saúl quienes pasarían la Navidad con ellos, y consideró que no debía molestarla si estaba tan ocupada.


Mientras conducía de regreso a casa, la invadió el sufrimiento que le ocasionaba el temor y la soledad... Se le empezaron a llenar los ojos de lágrimas, pero las contuvo. La lástima por sí misma no la llevaría a ningún lado y no ayudaría en nada a su bebé. Sabía, cuando se decidió, que los dos estarían solos durante su embarazo y después, que no habría nadie con quién compartir la experiencia, no tendría un marido, un amante... ni siquiera parientes cercanos. Lo entendía y desde entonces decidió que tendría la suficiente fortaleza para aceptarlo. ¿Ahora se decía que carecía de ella?


De inmediato se le tensó el cuerpo y rechazó el pensamiento. Sólo era la sorpresa, lo inesperado de la noticia... la sensación de temor y culpa por que ella de alguna manera pudiera ser la responsable de lo que le ocurría a su bebé... que sufría por su culpa.


Cuando llegó a casa, detuvo el auto y cansada caminó hacia la cocina. Sabía que debía comer, pero la idea de preparar alimentos que tendría que ingerir sola, hizo que se sintiera más cansada y deprimida que nunca. La calefacción estaba puesta y a pesar de ello, tenía frío. Al cruzar el pueblo, vio muchos hogares en donde el árbol de Navidad ya estaba decorado y encendido; imaginó a las familias felices que contrastaban con su enorme soledad.


Ahora, en un momento en que no se sentía capaz de enfrentarlo, era consciente de cuánto anhelaba la presencia de Pedro... era una sensación tremenda de desesperación y de infelicidad... un enorme vacío en su vida que sólo él podía llenar.




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