jueves, 30 de enero de 2020

ADVERSARIO: CAPITULO 37





Cuando llegó a casa, Paula se entregó al trabajo que le diera Laura. Se percató de que era trabajo de la compañía de Pedro, el corazón se le aceleró y las manos le temblaron.


Pedro... ¿En dónde estaba ahora? ¿Que hacía? ¿Con quién estaba? ¿Pensaba en ella en algún momento?


Detente de inmediato, se advirtió temblorosa. No tenía objeto permitir que sus pensamientos recorrieran senderos que debían permanecer cerrados.


Ella esperaba que con el bebé que la distrajera, dejaría de tener sueños tan vividos de Pedro; que dejaría de sufrir por él, de pensar en él, de amarlo... pero en vez de lograrlo, parecía que después de haber concebido su hijo, su unión emocional con él se hubiera fortalecido.


Era ridículo que una mujer de su edad se hubiera enamorado de un hombre con tal fuerza, después de tan poco tiempo de conocerlo, en especial cuando él no hizo nada para alentar sus sentimientos. Si no le hubiera suplicado tanto que le hiciera el amor esa noche, ¿se hubiera percatado ella de lo que sentía por él? ¿O habría seguido en la creencia de que todas las emociones que generaba en su interior eran ocasionadas por el resentimiento y desagrado que sentía hacia él? Era demasiado tarde para hacerse esa pregunta. Ella lo amaba, y aunque pudiera, no quería olvidar esa noche que pasó con él. Se llevó la mano al vientre, una sonrisa tierna le curvó los labios al pensar en su hijo. El hijo de Pedro...


Tenía seis meses de embarazo, y el bebé empezaba a notarse como un pequeño bulto debajo de su ropa, cuando escuchó la noticia devastadora de que, después de todo, Pedro pensaba cambiar su oficina matriz de Londres al pueblo.


Desde luego que fue Laura quien le diera la noticia. Durante un tiempo, Paula se preguntó si Laura habría adivinado que Pedro era el padre de su hijo, pero se dijo que reaccionaba con demasiada sensibilidad y que Laura sólo lo mencionaba tan a menudo, porque pensaba en la diferencia que marcaría en su negocio el hecho de que él trasladara su base de operaciones al pueblo.


—Es oficial. Aparentemente, está en negociaciones para los permisos de ampliar la fábrica y para construir un nuevo edificio de oficinas, sólo espera la luz verde. Saúl dijo que Pedro busca una casa en el área. En tanto la encuentra, vivirá otra vez en el hotel.


Paula no se atrevía a verla a los ojos, pues temía delatarse. Sabía que necesitaba estar sola para asimilar lo que acababa de escuchar. Pedro, residente permanente del área. 


¿Cómo se sentiría ella? ¿Cómo reaccionaría, si por accidente, se topaba con él? ¿Cómo podría ocultar sus sentimientos... su amor?


Dejó a Laura tan pronto como pudo. Necesitaba reflexionar.


Pedro, como alguien que vivía lejos en Londres, en donde ella no tenía que verlo, que sólo la acompañaba en sus sueños, en sus pensamientos, el sufrimiento de amarlo y no verlo era una cosa. Pero, Pedro en persona, en su propio entorno, allí en su pueblo, en donde nacería y crecería su hijo, era otra muy distinta.


Hasta entonces había tenido suerte. Los pocos que ya sabían que tendría un hijo, respetaron su deseo de ocultar la identidad del padre.


—Aunque, tú sí lo amas —Laura adivinó, y Paula no pudo negarlo, a pesar de que la cautela le decía que debía hacerlo.


Ahora tendría que ser mucho más cuidadosa para asegurarse de que nadie pudiera llegar a adivinar que Pedro era el padre de su hijo. Se estremeció. Pero, ¿y si Pedro mismo adivinaba... si preguntaba? ¿Tendría la fuerza para mentir, para negarle que el bebé era suyo?




No hay comentarios.:

Publicar un comentario