martes, 28 de enero de 2020

ADVERSARIO: CAPITULO 31





Una vez en casa, subió y abrió la puerta del dormitorio que ocupara Pedro. Se veía en orden y desnudo, carente de todo recuerdo de él. Entró y se sentó sobre la cama... su cama... Miró la almohada blanca que nadie tocara. En alguna ocasión allí descansó su cabeza. Cerró los ojos, lo visualizó, sentía ahora el sufrimiento doloroso que la atacaba, le dio la bienvenida, era un castigo que merecía por sentirse así... era una tonta por haberse enamorado de un hombre que no estaba interesado en su amor.


Enamorado... formó una sonrisa plena de amargura. ¿Por qué no se había dado cuenta de la verdad antes... antes que fuera demasiado tarde... antes que ella de manera deliberada se lo ocultara a sí misma?


Sí, desde luego, el trauma de la muerte de su tía liberó sus inhibiciones, destruyó su auto control, la enloqueció por el dolor, por un rato, al menos; pero, no sólo fue eso lo que hizo que se apoyara en Pedro, que le hiciera suplicarle que le hiciera el amor. Su cuerpo, sus sentidos sabían lo que la mente se negaba a reconocer. ¿No era eso, después de todo, por lo que no trató de decirle la verdad, de corregir la idea errónea que tenía de ella, explicarle que no había un amante casado; pues, sabía que si lo hacía, si ella retiraba esa barrera que había entre ellos, quedaría vulnerable a él y a sus propios sentimientos?


Se cubrió el rostro con las manos y dio rienda suelta a su pena.


¿No tenía orgullo, auto estima? Sabía que él no la amaba. Lo supo esa noche, pero lo ignoró y en vez de eso...


Dejó escapar un gemido de dolor y de tortura. 


No era de extrañar que Pedro se hubiera ido con tanta prisa. ¿Se habría dado cuenta de lo que ella no quería admitir, vio más allá de su antagonismo aparente y reconoció los sentimientos que tenía por él? Rogaba que no hubiera sido así. Rogaba que él sólo creyera que ella lo usaba por que su amante la había dejado.


Se volvió a estremecer. Era un estremecimiento tenso. Se sintió mal otra vez... Se puso de pie, se dirigió al cuarto de baño.


Ese malestar constante la agotaba tanto, y apenas había probado bocado en todo el día, sólo un poco de la comida que Laura le preparara.


Desde luego que todo esto era ocasionado por la muerte de su tía. La gente reaccionaba de diferentes formas ante la pérdida y el dolor, ella lo sabía... no porque fuera el tipo de gente normal que sufría constantes ataques de náusea; de hecho...


Había cosas que tenía que hacer, pero, no logró reunir la energía. Se sentía acabada, vacía... agotada y al mismo tiempo reticente a hacer nada que la sacara de ese letargo. Era una isla protectora, más allá de donde los tiburones de la soledad, el dolor y la desesperación esperaban para atacarla con sus dientes agudos. No, ella estaba mejor... a salvo en donde se encontraba, rodeada del manto protector de la inercia...


Cansada se acostó sobre la cama, cerró los ojos, apoyó la mano sobre la almohada, la alisó, acariciándola como en una ocasión acariciara la piel de Pedro. Pero el contacto de la almohada no se parecía en nada al contacto de la piel; se mantenía inmóvil, inanimada, no respondía.



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