viernes, 6 de diciembre de 2019

SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 37




París por la noche era un laberinto de luces. En cualquier otro momento, Paula se habría sentido fascinada por lo que veía por la ventanilla de la limusina que los llevaba de vuelta al hotel, pero no en aquel momento.


La tensión entre ellos podría cortarse con un cuchillo.


El silencio continuó mientras subían en el ascensor y mientras entraban cada uno en su habitación.


Una vez allí, Paula empezó a pasear de un lado a otro, furiosa. ¿Cómo se atrevía? ¿Cómo se atrevía a decirle esas cosas? ¿Quién creía que era aquel imbécil? ¿Cómo se atrevía a decir que había estado tonteando con Seb? O peor, que estaba buscando un amante rico...


Debería haberle contado la verdad desde el principio, pensó entonces. ¿Por qué le había mentido? ¿Por qué no le había dicho que estaba divorciada? Era absurdo haber mentido sobre su estado civil. Y Pedro tampoco estaba mostrándose muy sensato. ¿Qué les pasaba?


Paula sintió la tentación de ir a su habitación para contarle la verdad... pero si le decía ahora que estaba divorciada, ¿no reforzaría eso su opinión de que estaba buscando un amante rico? O peor. ¿no pensaría que estaba dispuesta a acostarse con él?


Lo odiaba, pero su cuerpo parecía pensar todo lo contrario. Ella no era de las que iban por ahí acostándose con desconocidos, pero eso era lo único que Pedro podría ofrecerle. Porque podía imaginar su horror si algún día quedaba con él y aparecía con Maia de la mano.


Era más de medianoche, pero estaba demasiado nerviosa como para dormir... y cuando se miró al espejo y vio el escote del vestido le habría gustado ponerse a gritar. ¿Por qué no había comprado algo más discreto?


Furiosa, encendió el ordenador. Tenía que transcribir un montón de notas, una tarea que Pedro había sugerido dejase para el día siguiente, pero ya que no podía dormir... cuanto antes terminasen con el caso de Seb, antes podrían volver a casa.


Además, estaba decidida a probarle a Pedro Alfonso que era la secretaria más eficiente que hubiera pasado nunca por su bufete Y le gustaría ver su cara cuando anunciase por la mañana que el trabajo estaba hecho.


El golpécito en la puerta la sobresaltó y cuando miro el reloj comprobó que llevaba mas de una hora trabajando. Debía de ser Pedro, pero no sabía si le apetecía hablar con él en aquel momento...




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