miércoles, 4 de diciembre de 2019

SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 31




El ruido del deportivo de Pedro podía oírse por la Calle mucho antes de que se detuviera en la puerta de su casa el lunes por la mañana y Paula tomo su bolsa de viaje y salió corriendo. 


No sabía cómo Leo era capaz de conocer cada uno de sus movimientos y quizá sólo lo había dicho para asustarla, pero no quería arriesgarse. 


No quería que supiera que se había ido del país sin Maia.


-¿Por qué tanta prisa? No llegamos tarde.


-Sí. bueno, pero tenemos que ir al aeropuerto y nunca se sabe con el tráfico.- contestó ella, mirando alrededor como si esperase ver salir a Leo de detrás de un árbol.


Pedro estaba guapo con traje, pero con unos vaqueros negros y un jersey del mismo color estaba impresionante; la chaqueta de pana negra le daba un toque informal al atuendo. En la oficina parecía inaccesible, pero delante de su casa, en vaqueros... Horrorizada, Paula descubrió que le temblaban las piernas.


-Sube. ¿Qué te pasa? Estás muy pálida.


-Estoy bien, no me pasa nada.


-¿Seguro?


-Estoy cansada, nada más. Anoche no dormí bien.


-No me cuentes los detalles -murmuró él. Pero cuando iba a arrancar se fijó en un moratón que tenía en la frente y que intentaba ocultar con el pelo-. ¿Qué es eso?


-Nada. Me he chocado con una puerta. Era la verdad, pero no podía decirle que Leo la había seguido hasta el interior de la casa y se había chocado con ella, deliberadamente, estaba segura, haciendo que se golpeara contra el quicio de la puerta. Un golpe que la hizo ver las estrellas. Durante su matrimonio Leo nunca fue deliberadamente violento, pero era muy rencoroso y Paula había sufrido numerosos accidentes... como cuando cerró la puerta del coche de golpe rompiéndole dos dedos de la mano, por ejemplo.


Un hecho que el juez no pareció tener en consideración cuando dictaminó que Leo podía visitar a Maia dos fines de semana al mes Ni cuando dictaminó que tenía derecho a la mitad de la casa... que Paula había pagado.


La justicia era ciega, desde luego. Y lo único que le quedaba a una mujer en su situación, víctima de un juez injusto o incompetente, era intentar salir adelante de la mejor manera posible.





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