martes, 23 de julio de 2019

INTENTO DE MATRIMONIO: CAPITULO 28




La sombra cristalizó en una figura masculina, como si hubiera sido conjurada por la pesadilla de Paula. A punto de gritar, se sentó en la cama cuando de pronto se encendió la lámpara de la mesilla.


—Mariano.


—¿Esperabas acaso a otra persona?


—Claro que no —se esforzó por despertarse del todo, pero la sensación de terror persistía, fría, casi tangible—. No te oído llegar. Me has asustado.


—Parecía que estabas teniendo una curiosa pesadilla.


—Una pesadilla terrible. Me alegro de que me hayas despertado.


—Estabas llamando a tu amigo el policía. Supongo que vuestro encuentro de esta tarde debió de generar una gran carga de ansiedad en tu subconsciente.


—Tomamos café y hablamos de las llamadas de teléfono de Karen Tucker. Ya te lo había dicho.


—Ya, claro —su tono era acusador—. Pero, aun así, ese hombre ha invadido tus sueños.


Paula lo maldijo en silencio. Era ella quien tenía que estar furiosa con él, y no al revés.


—No tengo por qué justificarte mis pesadillas, Mariano. Habrá sido consecuencia del estrés. Supongo que la conversación sobre el asesinato de Karen Tucker me ha afectado más de lo que creía.


—Entonces deberías dejar de hablar de ello.


—Eso espero. Pero no soy precisamente yo la que conocía a esa joven.


—Es precisamente por eso por lo que no quiero que vuelvas a ver a ese policía. No ha hecho más que llenarte la cabeza de dudas y de sospechas absurdas. Si tiene alguna pregunta sobre Karen Tucker, que vaya a mi oficina a hacérmela. No volverás a verlo mientras yo no esté presente —sentándose en el borde de la cama, le tomó las manos—. ¿Está claro, Paula?


—¿Me estás amenazando, Mariano?


—Claro que no, cariño. Te estoy protegiendo.


—¿También me estabas protegiendo cuando me mentiste acerca de Karen Tucker?


—Exacto. Karen no forma parte de nuestra vida, Paula.


—Ya no forma parte de la vida de nadie. Está muerta.


—Entonces no veo por qué habríamos de perder el tiempo hablando de ella.


Su tono era frío. Le soltó las manos y se levantó.


—Ha sido un día muy duro. Si ya te encuentras mejor, bajaré a prepararme un sándwich. Luego, me acostaré, a ver si consigo descansar bien. No quiero volver a oír hablar ni de Karen Tucker ni de Pedro Alfonso.


—Bien. Yo también estoy cansada de hablar de Karen —pero, tanto si le gustaba como si no, tendrían que hablar de su matrimonio. Y ver si quedaba algo por salvar.


No estaba segura de que quedara algo. 


Mentiras, engaños, puertas cerradas Y ahora la indiferencia que demostraba Mariano hacia el asesinato de Karen, como si no hubiera pasado horas al teléfono aconsejándola, intentando ayudarla.


Cuando se incorporaba sobre un codo para apagar la lámpara de la mesilla, notó un extraño dolor en el brazo Vio que tenía unas marcas rojizas, justo en la zona en la que había soñado que alguien la había estado agarrando. Pero los sueños no dejaban huella física alguna. Debió de haberse golpeado con el cabecero de la cama. A no ser que…


No, Mariano no podía haberla agarrado con tanta fuerza, ni siquiera para despertarla. Tenía sus defectos, pero lo consideraba incapaz de hacer daño, ni a ella ni a nadie. Era medico. 


Estaba dedicado en cuerpo y alma a salvar vidas y a curar a la gente.


Aun así, cuando apago la luz y cerró los ojos, rezó para que se quedara dormida antes de que Mariano se acostara. No quería verlo, ni tocarlo. 


Y, sobre todo, no quería hacer el amor con él. 


Esa noche no, desde luego. Quizá nunca.




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