miércoles, 18 de diciembre de 2019

OSCURA SEDUCCIÓN: CAPITULO 23




HABÍA deseado ella tanto a alguien alguna vez?


¿Había deseado tanto algo en su vida?


Conforme él la besaba con insaciable fervor, Paula quiso más. Lo abrazó por el cuello y lo apretó contra sí y él respondió jugueteando con su lengua y besándola más profundamente. Ella sintió la fuerza del cuerpo de él en aquella oscuridad y se sintió flotar. Lo deseaba tanto que se moriría si él dejara de besarla en aquel momento...


–No puedo soportarlo, Paula –le susurró él al oído–. No puedo soportar estar sin ti.


Ella sentía sus senos duros, con los pezones erectos contra el pecho de él.


Cada leve movimiento de él provocaba una nueva explosión de placer en sus senos y su entrepierna. Advirtió que él estaba preparado para ella. Cerró los ojos y se rozó con él.


Era como si ella llevara dormida toda su vida, esperando aquello. Su cuerpo entero estaba explotando como una hoguera.


Llevaba esperando a Pedro desde qué había nacido.


–Dime que eres mía –dijo él con voz ronca–. Sólo mía.


Paula abrió los ojos. ¿Qué demonios estaba haciendo en brazos de Pedro¿Cómo estaba permitiéndole que la tocara, que la besara encerrados en un armario de la limpieza? ¿Había perdido la cabeza? ¡Andres estaba esperándola en el banquete de bodas al final del pasillo!


–¡Suéltame! –gritó esforzándose por soltarse–. No te deseo.


Él la obligó a callar con un beso hambriento. 


Cuanto más trataba ella de resistirse, más fuerza empleaba él para convencerla. Hasta que el odio de ella se transformó en una fiera pasión y una necesidad mutua. Lo abrazó por la espalda y lo besó con toda la ira y nostalgia acumuladas durante los últimos dieciocho meses.


–Te odio –le susurró ella–. Te odio tanto...


–Estoy cansado de desearte. Cansado de ansiar lo que no puedo tener – murmuró él en la oscuridad–. He pasado el último año y medio intentando olvidar tu cuerpo junto al mío. Ódiame cuanto quieras, pero voy a poseerte igualmente.


Le besó lentamente el cuello al tiempo que movía las manos sobre sus senos cubiertos por el sedoso vestido.


Entonces ella advirtió que él se arrodillaba ante ella. Durante un instante no la tocó y ella se sintió a la deriva en la oscuridad. Y de pronto las manos de él comenzaron a moverse lentamente sobre sus muslos desnudos.


Ella se estremeció.


Pedro... ¿qué estás...?


Él le hizo callar y le acarició los muslos hasta llegar a la cadera. Recorrió el borde de sus bragas de seda con un dedo. Le levantó la falda del vestido. Y ella sintió el cálido aliento de él en su entrepierna.


–¡Pedro! –exclamó ella ahogadamente.


Él comenzó a besar y lamer sus muslos. Luego sus besos ascendieron. Acercó su mano a las bragas de ella y acarició su húmeda entrepierna. La besó a través del tejido y lo apartó suavemente con los dientes.


Ella contuvo el aliento. Él le bajó las bragas y la acarició con los dedos hasta que ella estuvo empapada.


Y entonces la saboreó por primera vez.


Ella ahogó un grito y se arqueó contra la pared del armario. Se agarró fuertemente a los hombros de él.


–No puedes... no debemos...


Pero él no escuchó. No se detuvo.


Sujetándola con firmeza, le hizo separar las piernas, se puso la rodilla de ella sobre el hombro y la apoyó contra la pared. Ella sintió el aliento de él entre sus piernas y jadeó a la vez que temblaba.


–No –gimoteó, aunque involuntariamente se arqueaba para acoger la boca de él.


Él se inclinó hacia adelante y la saboreó largamente al tiempo que introducía un dedo en su interior. Ella se revolvió contra la pared, sacudiendo la cabeza de lado a lado, mientras él la sujetaba con fuerza.


–Eres tan dulce como el azúcar –susurró él y le dio un largo lametón.


Ella ahogó un grito, pero él no la soltó.


El placer se apoderó de ella, endureciéndole los pezones. Él le apretó con cierta fuerza un seno mientras con la otra mano introducía dos dedos dentro de ella y jugueteaba con la lengua sobre su botón más sensible, dejándola empapada mientras se retorcía gimoteando por un descanso.


–No más, por favor... –lloriqueó ella.


–Di que eres mía –susurró él.


Ella sintió que introducía otro dedo más en su interior, encendiéndola más fuerte y rápidamente con su lengua hasta que ella entrelazó sus manos en el cabello de él, apretándolo contra sí.


–Soy tuya... –gimoteó ella.


Él lamió, chupó y se introdujo en su interior. Ella echó la cabeza hacia atrás y soltó un grito final conforme la oscuridad que la rodeaba se tornaba de pronto en vibrantes colores.


–¿Paula? –preguntó una voz temblorosa de hombre–. ¿Estás ahí dentro?


Mientras ella intentaba recuperar el aliento y el control sobre sus sentidos enloquecidos, vio con horror que la puerta del armario comenzaba a abrirse.


Se bajó de los hombros de Pedro y se recompuso el vestido. Y parpadeó ante la brillante luz al ver a Andres en la puerta del armario.


–¿Paula? –dijo él y miró anonadado a Pedro–. ¿Y usted qué está haciendo aquí?


–He vuelto a robarle el baile –respondió él fríamente.


Paula, acongojada, dio un paso adelante.


–No tenía intención de que esto sucediera, Andres. Lo siento mucho. Perdóname.


Vio que él parpadeaba y tomaba aire profundamente.


–Yo sólo quiero que seas feliz, Paula. Pero ahora veo que nunca serás feliz conmigo –afirmó y tragó saliva–. Adiós, Paula. Buena suerte. Espero que encuentres lo que estás buscando.


Paula le vio alejarse horrorizada.


–Dios mío, ¿qué he hecho? –susurró.


–Era inevitable –aseguró Pedro abrazándola por la cintura y haciéndole girar hasta tenerla frente a él–. Es mejor para él que sepa la verdad.


–¿Qué verdad? ¿Te refieres a que no tengo ningún autocontrol? –replicó ella con una amarga carcajada.


Sacudió la cabeza. Le dolía todo el cuerpo por la vergüenza de lo que acababa de hacer. Lo que había permitido que Pedro le hiciera.


–¿Por qué continúas haciéndome esto? ¿Por qué te lo permito?


El le acarició la mejilla y le habló con voz grave, llena de fuerza.


–Te diré por qué: porque quieres pertenecerme.




2 comentarios:

  1. No quiero pensar lo que va a pasar cuando Pedro se entere de la existencia de su hija

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  2. Muy buenos los 3 caps, pero me temo que se va a armar una tremenda cuando Pedro sepa de la existencia de Rosario.

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