miércoles, 20 de noviembre de 2019
PARA SIEMPRE CONTIGO: CAPITULO 25
Pedro se separó un poco y la miró de arriba abajo. Ella podía oír su respiración acelerada y al ver el brillo de sus ojos sintió que una llama se encendía en su interior.
—Cielos… eres increíble —susurró él, y la abrazó de nuevo.
Deslizó las manos hasta el trasero de Paula y la acercó más a él para sentir el calor de su cuerpo. Ella lo besó con una mezcla de deseo y desesperación, y le acarició la musculosa espalda y la cintura. Comenzó a desabrocharle la corbata y los botones de la camisa. Mientras se la quitaba, le besó el cuello y le acarició el pecho con los labios. Jugueteó con la lengua sobre sus pezones y disfrutó al oírlo gemir de placer.
—Paula… me estás volviendo loco —susurró Pedro.
Se separó de ella un instante y la miró fijamente.
Después le tomó la mano y la llevó hasta la habitación.
Momentos más tarde, estaban abrazados y tumbados en la cama de Paula.
Pedro la besó de manera persuasiva y ella apretó su cuerpo contra el de él. Entrelazaron las piernas y se acariciaron a la vez. Pedro le besó el cuello, y fue bajando hasta que llegó a los senos, donde se detuvo para mordisquear sus pezones con delicadeza. Paula se quedó casi sin respiración y se agarró con fuerza a los hombros de Pedro, mientras olas de placer recorrían sus piernas.
—Cielos, eres preciosa —murmuró Pedro, y mientras la besaba en la boca, deslizó la mano bajo la ropa interior y se la quitó. Paula arqueó el cuerpo y gimió al sentir que él la exploraba con los dedos y encontraba el centro de deseo de toda mujer.
Sus bocas se encontraron de nuevo y juguetearon con pasión mientras Pedro le acariciaba el cuerpo. Paula notó la excitación de Pedro y le acarició por encima del pantalón.
Él retiró la cabeza para tomar aire y dijo:
—Te deseo tanto, Paula… si quieres que pare, tienes que decírmelo ahora.
Ella lo miró a los ojos.
—Quiero hacer el amor contigo, Pedro… nunca había deseado algo tanto —susurró. Él la besó mientras ella le desabrochaba los pantalones y se los bajaba. Después cubrió sus pechos con las manos y Paula, encantada por la sensación, deslizó la mano bajo la ropa interior de Pedro.
Sintió el calor del deseo y comenzó a acariciarlo. Pedro la besó despacio y se separó de ella un instante para desnudarse del todo; después la abrazó otra vez.
Se tumbó sobre ella cubriéndole el cuerpo con el suyo. Levantó la cabeza y la miró a los ojos. La luz de la luna entraba por la ventana e iluminaba el rostro de Pedro.
Él se colocó entre las piernas de Paula y con un movimiento suave, la poseyó.
Paula se estremeció de placer al sentir la unión de sus cuerpos. Hundió la cabeza en el hombro de Pedro y se agarró a sus musculosos brazos.
Él respiró hondo y comenzó a moverse en su interior. Acompasaron el ritmo y se movieron a la vez. Pedro era un amante perfecto, la satisfacía plenamente, no como Fernando, su primer amante.
Le rodeó la cintura con sus esbeltas piernas y cuando creía que ya no aguantaba más, Pedro la llevó aún más lejos, hasta un placer inimaginable.
A medida que los movimientos eran cada vez más rápidos e intensos, Paula sintió que se entregaba a Pedro en cuerpo y alma. Se percató de que sus esfuerzos por mantenerse alejada de él habían resultado inútiles. Él le había robado el corazón desde el primer momento en que se vieron. Pedro continuó acariciándola y moviéndose en su interior hasta que ella tensó el cuerpo y llegó al éxtasis. Lo agarró con fuerza y pronunció su nombre. Él no paró de moverse, hasta que momentos más tarde, arqueó el cuerpo y gritó el nombre de Paula. Se estremeció entre sus brazos y susurró su nombre una y otra vez. Paula sintió que su corazón se llenaba de felicidad.
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