miércoles, 20 de noviembre de 2019

PARA SIEMPRE CONTIGO: CAPITULO 24





Entraron en la casa y Paula cerró la puerta. Dejó el bolso y las llaves sobre una mesita que había en el recibidor. Se desabrochó el abrigo pero no se lo quitó. Se volvió y miró a Pedro, que todavía estaba junto a la puerta.


—De acuerdo, dime lo que tengas que decirme, y márchate, por favor —le dijo cortante.


—Paula, por favor. Escúchame un segundo —todavía estaba cansado tras haber subido corriendo las escaleras—. Te he mentido. Lo que he dicho acerca de que quería que me acompañaras solo para alejar a otras mujeres… no era verdad. Para nada.


—¿Ah? ¿Y cómo sé que ahora no me estás mintiendo?


—Porque, en el fondo, sabes que no soy un mentiroso —dijo él, y se acercó a ella—. No te habría mentido. De no ser porque sé que tienes dudas respecto a continuar con nuestra relación, y que estás asustada por lo que sientes por mí.


Tenía toda la razón, y Paula tuvo que desviar la mirada para no enfrentarse a él.


—Pensé que lo mejor sería inventarme una excusa para que no te sintieras amenazada. Supongo que estaba desesperado. Me horrorizaba pensar que ibas a decirme que no querías verme más… ¿no es así?


Ella asintió y suspiró.


—Me has comprendido de maravilla —admitió ella.


Así que Pedro sentía algo por ella. ¿Era eso lo que le estaba diciendo? Paula sintió que la cabeza le daba vueltas. Miró a Pedro y él la abrazó. Cuando la atrajo hacia sí, ella no se resistió. Lo abrazó por la cintura y apoyó la cabeza en su pecho.


—No podía soportar la idea de no volver a verte —susurró él—. Estoy loco por ti. Por favor, perdóname por haberte mentido. No quería herir tus sentimientos. Me crees, ¿verdad?


Sus palabras eran sinceras. Paula lo sabía. Y se sorprendió al ver que Pedro se preocupaba tanto por ella.


—Por supuesto que te creo —le dijo—. Yo también lo siento… por haber dudado de ti y… salir corriendo.


—Ya te lo dije una vez, Paula, no voy a permitir que te alejes de mí.


—Me lo has demostrado —comentó ella.


—Te lo demostraré una y otra vez, si fuera necesario.


¿Sería necesario? Paula intentó separarse de él pero no pudo. Le gustaba mucho estar abrazada a él. Demasiado como para soltarlo. Él inclinó la cabeza para besarla, y ella levantó la suya para que sus bocas se encontraran. Se sentía satisfecha, apreciada y deseada. Habían terminado los días en que pensaba alejarse de él. Estaba dispuesta a asumir que eso era imposible.


Pedro continuó besándola mientras le quitaba el abrigo y lo dejaba caer al suelo. Después, se separó un instante de ella para quitarse la chaqueta. Enseguida la abrazó de nuevo, y sus labios se encontraron con más pasión. Le acarició la espalda, la cintura, y las caderas. 


Paula sintió que le desabrochaba la cremallera del vestido y, de pronto, una brisa de aire frío en la espalda le cubrió el cuello y los hombros con cálidos besos y después le retiró el vestido y lo dejó caer al suelo, dejando al descubierto la ropa interior de encaje negro que llevaba.





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