jueves, 24 de octubre de 2019

UN HOMBRE MUY ESPECIAL: CAPITULO 5





Paula levantó su copa para brindar.


-Por mí.


Después de dar un sorbo, dejó la copa en la repisa de la bañera y se sumergió en el agua caliente dando un suspiro de relajación.


Ya había superado siete días haciéndose cargo de la tienda sin ayuda y cosiendo por las noches. Esa era su recompensa; un baño de espuma a la luz de las velas y una copa de vino.


Si bien era cierto que no echaba de menos a Aldo ni lo más mínimo, tenía que reconocer que sí añoraba algunas de las comodidades que conllevaba ser su esposa. Como, por ejemplo, poder comprar un vino que no tuviera el tapón de rosca; ese día había tirado la casa por la ventana y había comprado un tinto californiano. 


Aldo habría preferido beber cicuta antes que una copa de vino del país.


-A lo mejor debería haberte dado un poco de cicuta, Aldo Wilmont -su voz retumbó en el silencio sepulcral de la casa. Esperaba no haber despertado a los niños.


A pesar de todo lo que ella pudiera pensar, quería que los gemelos tuvieran una buena relación con su padre si alguna vez decidía ponerse en contacto con ellos. Aunque, dado que durante el proceso de divorcio había afirmado que ella había utilizado la maternidad para atraparlo, Paula no creía que fuera muy probable.


-Eh, se supone que esto es una celebración -se recordó a sí misma tratando de no pensar en cosas desagradables-. Sin travesuras de los niños, ni preocupaciones sobre antigüedades, nada más que silencio -se pasó la mano por el hombro disfrutando del efecto tonificante del agua caliente.


-Silencio -repitió con un susurro.


El ruido, que era más bien una vibración, comenzó de manera casi inaudible desde la distancia pero fue ganando intensidad y llenando todos y cada uno de los rincones del pequeño apartamento de dos habitaciones hasta llegar al cuarto de baño.


-¡No, por favor! ¡Tres noches seguidas no! Es obvio que a la tía Celina se le olvidó preguntarle si él era ruidoso.


La primera noche, los gemelos habían salido de su dormitorio sorprendidos por aquel sonido que los había despertado pasando por encima incluso del ruido de la animada vida nocturna del barrio. Afortunadamente, habían vuelto a quedarse dormidos en cuanto Paula les había explicado que provenía del apartamento contiguo. Cuando volvió a oírlo a la noche siguiente, corrió a comprobar que los pequeños no se habían despertado, y habría jurado que Abril estaba sonriendo en sus sueños.


Paula decidió seguir en el baño relajada a pesar de su vecino. Pero el volumen seguía subiendo y la copa de vino había comenzado a bailar en el borde de la bañera.


-¡Dios!


Aquel sonido recordaba a la música de los aborígenes que había oído en algún documental del canal de viajes, cosa que había visto repetidas veces cuando Aldo se quedaba hasta tarde «trabajando». Gracias a la televisión por cable y a un marido que había cumplido los votos matrimoniales durante menos de lo que vivía una mosca, Paula tenía una lista considerable de lugares que quería visitar. Pero, a menos que cambiaran mucho las cosas, daba la impresión de que lo más parecido a Australia que iba a conocer iban a ser los conciertos nocturnos de su vecino.


-A lo mejor pertenece a algún culto religioso -murmuró. Claro que, si lo que hacía eran reuniones religiosas, no tenía mucha concurrencia porque en el aparcamiento del edificio solo estaba su viejo Volvo y la furgoneta negra del vecino-. A lo mejor es una religión con un solo feligrés -al decir eso se echó a reír pensando en la imagen que debía tener, allí metida en la bañera y hablando sola. Aquel tipo la estaba volviendo loca, y eso que ni siquiera lo había visto todavía. Estaba segura de que las quejas aumentarían una vez que lo conociera.


Si alguna vez llegaban a conocerse.


Seguramente era una especie de ermitaño, a lo mejor su religión le prohibía relacionarse con otros humanos. Con la suerte que tenía, seguramente también le prohibía bañarse. Olió el ambiente a ver si percibía algo sospechoso y volvió a echarse a reír.


-No sé qué estarás haciendo ahí dentro, pero te aseguro que lo averiguaré -como respuesta obtuvo un tremendo aullido capaz de despertar hasta a la Bella Durmiente.


Paula no estaba dispuesta a quedarse allí esperando a que terminara el espectáculo, así que salió de la bañera, se puso el albornoz y, una vez en el salón, se dispuso a atacar. Con un golpe sordo en la pared consiguió acabar con el ruido. Se dio media vuelta con una sonrisa triunfadora dibujada en el rostro y fue entonces cuando un sonido parecido al de una trompeta le provocó un escalofrío que le estremeció el cuerpo.


Por su parte, la guerra había comenzado y esperaba que él estuviera a la altura de las circunstancias.



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