domingo, 6 de octubre de 2019

LOS SECRETOS DE UNA MUJER: CAPITULO 21





Después de la cena, Pedro bajó a las habitaciones para ver qué tal estaba Paula. 


Durante todo el día, había encontrado mil excusas para no tener que hacerlo y enviar a otros en su lugar. Primero había bajado Hernan con la comida, después las hermanas Granger y finalmente Margo Sheldon.


Todo el mundo se había acostado ya, así que, si quería saber cómo estaba, no le quedaba más remedio que comprobarlo por sí mismo.


Como no quería despertarla, abrió una rendija la puerta y miró en el interior. Tuvo que esperar unos segundos a que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad.


Paula estaba dormida. Su pelo cubría casi toda la almohada y vio que apenas había probado el puré de patatas. Su cara estaba bañada por la luz de la luna. Tenía la boca entreabierta y respiraba con tranquilidad.


Llevaba otro camisón de algodón. Ése era rosa y sin mangas. No supo muy bien por qué, pero él se había imaginado que era el tipo de mujer que usaría para dormir prendas de seda.


Sabía que tenía que haber una manta en alguna parte. Se giró y abrió el armario que había detrás de él. Miró entre la ropa. Levantó la maleta y miró por todas partes, pero no encontró la manta.


—¿Qué estás haciendo?


El grito hizo que diera un respingo y se golpeara la cabeza con una repisa del armario. Maldijo entre dientes y se giró. Paula estaba sentada en la cama y lo fulminaba con la mirada.


—¿Qué estás haciendo? —repitió ella con pánico en su voz.


—Estaba buscando una manta —le dijo él mientras se frotaba la cabeza—. Pensé que tendrías frío.


—Estoy bien —repuso ella mientras miraba el armario—. No necesito ninguna manta. De verdad.


Pedro cerró la puerta del armario e intentó no fijarse demasiado en Paula. La sábana había caído hasta la cintura y era obvio que ese camisón era bastante transparente.


Ella pareció sentirse algo avergonzada con su reacción.


—Siento… Siento lo de tu cabeza.


Él ni siquiera respondió a su disculpa.


—¿Cómo estás?


—Mejor. Mucho mejor. Gracias.


Recogió la bandeja de la mesita de noche.


—Pero deberías comer algo. Es importante.


—Mañana.


—Muy bien —concedió el mirando de nuevo el armario antes de salir por la puerta—. Hasta mañana.



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