viernes, 4 de octubre de 2019

LOS SECRETOS DE UNA MUJER: CAPITULO 14




Era algo de lo más inusual. Margo era siempre la que escuchaba, no la que hablaba mientras otros atendían.


No podía recordar cuándo se había sentido tan cómoda con una extraña como lo estaba entonces con Paula. Tanto como para hablar de ella misma.


Una vez había escuchado a uno de sus estudiantes hablando de ella. El joven decía que Margo podía haber sido un personaje de una novela de Jane Austen. Les daba la impresión de ser extremadamente reservada y tímida. 


Estaba segura de que el comentario del alumno no pretendía ser un halago hacia su persona, pero lo cierto era que no le había molestado la referencia literaria. Una de sus obras preferidas era Orgullo y prejuicio y, de haber tenido la oportunidad, habría cambiado su vida por la de la protagonista de la novela de Jane Austen sin pensárselo dos veces.


Pero su vida pertenecía al siglo XXI, no al XIX. 


Le daba la impresión de que estaba siempre fuera de lugar.


No podía decirse lo mismo de Paula Chaves.


Se daba cuenta de que ella encajaba. En aquel de escenario de película, con el Caribe al fondo, parecía estar en su salsa. Podía haber sido incluso la protagonista de la portada de alguna revista de elegancia y glamour.


Por eso le había extrañado tanto que se hubieran pasado tres cuartos de hora charlando como si tuvieran mucho en común. Lo que más le había sorprendido había sido darse cuenta de que aquella mujer la escuchaba de verdad. 


Margo estaba acostumbrada a que la gente asintiera y le diera la razón sin detenerse a atender sus explicaciones. Nunca le había llamado la atención la falta de interés de la gente en su profesión. Después de todo, los detalles de la Física Cuántica no eran un tema de conversación que diera para mucho. Para ella, en cambio, lo era todo.


Cuando empezó a contarle con demasiado detalle lo que hacía cada día, Paula, al contrario que la mayor parte de la gente, cambió de tema con mucho tacto y le hizo algunas preguntas más personales. Parecía interesada en saber cómo era ser mujer y tener que trabajar en un mundo que estaba monopolizado por hombres. 


También quiso saber si soñaba con cambiar algún día de profesión y hacer algo diferente. La última pregunta fue la que más le sorprendió. 


Paula le preguntó si había hombres guapos en su departamento de investigación en Harvard.


Casi se atragantó con el té helado.


—¿Estás bien? —le preguntó Paula mientras le daba unos golpecitos en la espalda.


—Sí… Sí —repuso ella mientras tosía y se aclaraba la garganta.


—¿Ha sido por algo que he dicho?


—No, no. Pero la verdad es que nunca me habían preguntado eso.


—¿Por qué no?


—Bueno… La verdad es que no soy una experta en la materia.


—¿Por qué? —le preguntó la mujer con sorpresa.


—Supongo que… Bueno, no se puede decir que sea una autoridad en lo que se refiere a esas cosas.


—¿Y quién lo es? Los hombres son tan cambiantes… Cuando crees que conoces a uno, se transforma en algo completamente diferente.


Margo se rió.


—Bueno, no se que decirte. La verdad es que no suelo salir con chicos.


—¿No hay muchas oportunidades en la universidad para eso?


—Supongo que sí, pero no para alguien como yo —repuso ella intentando no parecer disgustada.


Paula la miró con detenimiento durante unos segundos.


—Y, ¿cómo eres, Margo Sheldon? Cuéntamelo.


No era la primera vez que le hacían esa pregunta. Se la habían hecho profesores o asesores profesionales, pero nunca alguien como Paula ni en una situación como aquella. 


Porque lo que de verdad quería saber era cómo se definía ella misma como posible objeto de interés de algún hombre.


—No tengo ni idea —contestó con brutal sinceridad después de un momento.


—Bueno, ¿no te parece que este viaje puede ser la oportunidad perfecta para descubrirlo?





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