viernes, 4 de octubre de 2019

LOS SECRETOS DE UNA MUJER: CAPITULO 13





No entendía qué le pasaba.


Se quedó mirando el horizonte desde la cubierta y dejando que la brisa agitara su pelo. Le entraron ganas de echarse a reír. No entendía cómo podía sentirse tan contenta al haber conseguido sorprender a Pedro Alfonso al decirle que sabía cocinar. Estaba claro que él había asumido lo contrario. Y había estado en lo cierto. No sabía que iba a preparar para el desayuno del día siguiente. Esperaba que a todo el mundo le encantara tomar cereales por la mañana, porque ella no iba a ser capaz de hacer ninguna otra cosa.


Se sentó en una silla. Quería disfrutar de lo que quedaba de atardecer. El sol estaba a punto de sumergirse en el océano. Había algo de aire y el velero se dejó mecer suavemente por las olas, como si fuera una cuna.


Sintió algo de malestar en el estómago, pero se le pasó pronto. Se imaginó que sólo era cansancio después de un viaje tan largo. Había conducido directamente desde el estado de Virginia hasta el de Florida. Sólo había parado para ir al servicio y tomarse un café de vez en cuando. No había querido detenerse más, estaba deseando alejarse de allí y poner kilómetros entre ella y su ex marido.


Margo Sheldon se acercó a ella y le ofreció una botella de agua mineral. Su sonrisa reflejaba algo de inseguridad.


—Pensé que a lo mejor tendrías sed —le dijo.


—Gracias —repuso ella mientras señalaba la silla a su lado—. Siéntate, por favor.


Margo hizo lo que le sugería. Se sentó al borde de la silla y con la mano se alisó los bermudas. 


Ya se había quitado las medias y la oscura falda con la que había subido a bordo. También se había quitado la chaqueta, pero aún llevaba la blusa blanca abotonada hasta el cuello.


Se ajustó sus gruesas gafas, que no tardaron ni dos segundos en volver a deslizarse por su nariz.


—A ver qué sale de allí —le dijo Margo mientras señalaba la parrilla y los lenguados que estaban esperando ser cocinados.


Tenía una voz fuerte y algo ronca, no era la que podría esperarse por su apariencia. Paula abrió la botella y tomó un trago de agua.


—Sí, a ver que consiguen cocinar.


Margo miró a los dos hombres que estaban concentrados en encender el fuego de la parrilla.


—Un par bastante interesante, ¿no?


Paula los miró también.


—Sí…


—Mi padre fue el que organizó este viaje así que yo no sabía muy bien qué era lo que me iba a encontrar. Pero…


—No se parece en nada a lo que te habías imaginado, ¿verdad? —la interrumpió Paula—. A mí me ha pasado lo mismo.


Se quedaron calladas durante unos minutos.


Ninguna de las dos fue más allá en sus explicaciones.


Vio cómo Margo miraba a Hernan y le dio la impresión de que sus ojos reflejaban cierto anhelo. No había anillos en las manos de la joven. Supuso que no estaría casada, ya que además estaba de vacaciones con su padre. Un padre que parecía una de las personas más aburridas que había conocido en su vida.


Margo tenía una piel tersa y lisa. Sus ojos, que sobresalían por encima de las gafas, eran de un bonito color azul. Su peinado y la ropa que llevaba hacían que pareciera mayor de lo que era. A Paula le pareció intuir que la joven estaba muy sola y eso hizo que quisiera acercarse más a ella, aunque acababa de conocerla.


—Háblame de tu trabajo —le pidió.


Margo la miró sorprendida. Le dio la impresión de que no estaba acostumbrada a que nadie se interesara por lo que hacía.




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