jueves, 3 de octubre de 2019

LOS SECRETOS DE UNA MUJER: CAPITULO 11




El teléfono móvil de Paula no recibía cobertura desde la cubierta del Gaby. Decidió acercarse a una cabina de teléfonos que había visto antes en el muelle.


Se acercó hasta allí y marcó el número de su servicio de mensajes. Cargó la llamada en su tarjeta de crédito. Le preocupaba un poco que Agustin pudiera hacer que alguien investigara su paradero y que esa persona pudiera localizarla por el rastro que estaba dejando su tarjeta de crédito, pero decidió no agobiarse por eso. En un par de horas saldría de allí y Agustin no podría encontrarla en medio del mar.


Escuchó el primer mensaje.


—Paula, ¿dónde estás?


Era de Agustin. Parecía muy enfadado. Debía de haber vuelto a casa antes de lo previsto. No pudo evitar sonreír al imaginar su frustración al ver que no estaba la bolsa de piel en su vestidor.


—¿Cómo te has podido atrever a entrar así en mi casa? Me encontré un papelito con los códigos de seguridad que estuviste probando. Quiero que me devuelvas esa bolsa y que no falte ni un billete. ¡Y la quiero ahora!


Escuchó el fuerte sonido que su ex hizo al colgar el teléfono.


El segundo mensaje también era de Agustin. Esa vez le hablaba con menos hostilidad. 


Estaba intentando parecer más conciliador para intentar convencerla.


—Venga, Paula. Todo esto es ridículo. Necesito esa bolsa. De otra forma, va a pasar algo horrible. ¿Por qué no quedamos para hablar?


Iba a cansarse de esperarla si pensaba que iba a llamarlo para verlo y charlar.


Había otros tres mensajes de su ex marido. En los dos primeros aún estaba bastante tranquilo. 


En el último estaba ya fuera de sí. Nunca lo había oído tan enfadado. O quizá fuera desesperación lo que había en su voz.


Estaba satisfecha con el resultado. Le encantaba ver que estaba sufriendo.


El último mensaje era de Juan. Parecía bastante preocupado.


—Paula, Agustin me ha llamado cuatro veces durante la última hora. Quería saber dónde estás. Ha amenazado con llamar a la policía. Creo que deberías hablar con él.


Colgó el auricular. No le preocupaba que Agustin llamara a la policía. Le hubiera encantado ver cómo explicaba a las autoridades de dónde había salido todo el dinero en efectivo que tenía escondido en su vestidor.


Salió de la cabina y volvió hasta el barco. Estaba deseando salir de allí cuanto antes. No era lo que esperaba de un crucero, pero tenía todos los ingredientes básicos de unas vacaciones. 


Estaría en el mar, disfrutando del sol y del cielo azul.


No creía que pudiera ser muy duro.



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