jueves, 5 de septiembre de 2019

COMPLICADO: CAPITULO 27




Llego al final de las escaleras y huelo la comida de mamá. Cuando entramos en la cocina ella viene y nos besa a los dos en las mejillas. Papá me pide que me acerque a él y yo suelto la mano de Pedro para acercarme a él. Se apoya en el mostrador viendo a mamá cocinar con una taza de café en la mano. Me dio un abrazo lateral y puse mi brazo alrededor de él.


—Siéntate a la mesa, Pedro—, dice mamá. —Pauli, ¿quieres traerles algo de beber a todos?


Inmediatamente recojo las tazas de café y las pongo sobre la mesa.


—Entonces, ¿anoche?— Mamá pregunta, y yo me robo a mí mismo para el rechazo. —¿Te divertiste? ¿Cómo estuvo el Asador? David y yo seguimos hablando de ir allí y nos preguntábamos si valía la pena intentarlo.


Me sorprende momentáneamente que nadie mencione al elefante en la habitación. Ella está haciendo todas las preguntas equivocadas, pero yo soy como un ciervo atrapado en los faros.


—Pusieron aceite de trufa en todo para que Paula estuviera en el cielo.— Mis mejillas se calientan con la fácil respuesta de Pedro. Eso fue el cielo, pero Pedro es la razón por la que siento que estoy en las nubes.


—Creo que recuerdo que llamaste antes y te aseguraste de que tuvieran ciertas cosas—, mamá se burla de él, señalándole con la espátula en su dirección.


—¿Tú hiciste eso?— Me doy la vuelta para mirarlo y él me hace uno de esos encogimientos de hombros.


—Siempre está haciendo cosas así. Sólo lo esconde—. Mamá sonríe dulcemente como si estuviera tan orgullosa de él. —Supongo que ya no estamos escondiendo cosas.— Mi boca se abre. —Cierra la boca, cariño.


—¿No estamos en problemas?— Finalmente me las arreglo para decir.


—No, no estás en problemas—, dice papá primero. —Sabíamos que esto iba a pasar. Cuando Pedro me dijo que ustedes dos iban a ir juntos al baile, supe que finalmente estaban armando las cosas por su cuenta—. Se levanta y se para junto a mamá.


—La amo.— La voz de Pedro es clara para que todos la oigan.


—Yo también lo amo—, le digo.


—Por supuesto que os queréis.— Los ojos de mamá son comprensivos.


—Ahora es diferente—, añade Pedro, pero no era necesario. Está claro en su voz.


—Lo sé.— Mamá nos sacude la cabeza.


Es lo mismo que hace cuando ya sabe adónde queremos llegar. Es como si lo supiera desde hace más tiempo que nosotros y que podría haberlo sabido, para ser honesto. Mamá siempre está dos pasos adelante.


—Tengo dos reglas.— Levanta los dedos. —La primera es que tienes que ser más astuto. No puedo permitir que te quedes bajo nuestro techo.


Pedro se ríe en silencio a mi lado, pero yo estoy demasiado absorta en lo que dicen nuestros padres.


—Tomaré tu silencio como un acuerdo.— Le dispara a Pedro una sonrisita juguetona mientras él asiente con la cabeza. —Segundo, no hay matrimonio hasta después de los 21 años. Y no casarse significa no tener hijos.


Asiento con la cabeza porque esto va mucho mejor de lo que pensaba.


—Aún. Todavía no hay bebés—, aclara.


Mi cara se torna roja en cinco tonos porque realmente no quiero hablar de eso ahora. Deberíamos facilitar esto. No estoy lista para chistes de sexo o bebés.


—Esas fueron tres cosas, mamá.


Pedro—. Le doy un codazo fuerte en el costado. —Realmente no es el momento—, susurro.


—Tengo noticias—, dice papá, y mamá baja la espátula.


—Comida en la mesa. Hablaremos de ello en el desayuno—. Puedo decir por el pequeño salto que hace mamá que es una noticia emocionante.


No sé cómo cambiamos de tema tan rápido, pero por mí está bien. Supongo que nuestros padres son como Laura y lo vieron venir. Pedro me besa en la frente antes de agarrar cosas y llevarlas a la mesa.


Mamá se acerca y me da un papel doblado mientras me siento. Pedro ya está poniendo comida en mi plato.


—¿Qué pasa?— Pregunto.


—Es tu mejor momento, cariño. Te aceptaron—. Mis ojos empiezan a lloriquear cuando veo el logo de Boston College en la página. Lo hice, y sonrío tanto que me duele.


—¡Lo hiciste!— Miro a Pedro —Creo que nos gustará estar allí. Ya he recorrido el lugar.— Pedro dice.


—¿Vas a ir a Boston?— Sabía que lo había mencionado, pero no hemos oído nada concreto. Lo habría hecho porque todo el mundo se preguntaba adónde iba a ir.


—Donde tú vayas, yo voy—, me dice, y yo lo beso. No debería porque mis padres están aquí a nuestro lado, pero estoy tan feliz que no puedo contenerme.


—Muy bien, ustedes dos—, mamá interrumpe y yo me alejo del beso. — Recuerda las reglas—, agrega mientras ella y papá se sientan en sus asientos.


Están sonriendo tan abiertamente como yo y todo el mundo está contento con esto. Debería haber sabido que sería así. Siempre han querido lo mejor para nosotros y no tengo dudas de que Pedro es lo mejor para mí. Él es mi para
siempre y todo el mundo puede verlo. Al menos la gente de esta mesa puede y es lo único que importa. Son mi familia, al menos por ahora, porque un día crecerá.


Sólo que todavía no.




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