martes, 3 de septiembre de 2019

COMPLICADO: CAPITULO 22





Me siento como un completo pedazo de mierda, pero estoy tratando de no arruinarle esto a Paula. Se ve totalmente impresionante y todo lo que quiero hacer es tirar de ella hacia mis brazos. Pero no puedo y me está matando.


—Quizá deberías ir a hablar con ella—, le dije a Laura. Ella asiente con la cabeza y va tras ella.


Quiero ser yo quien se apresure a ir al baño, pero ahora Paula sólo necesita que yo le arruine las cosas.


—Tienes que decírselo—, dice Luis.


—Mierda, esto es un desastre.


Anoche fui a casa de Kira y el lugar estaba lleno. 


Todos los de nuestro grado y varios de los de abajo estaban allí y estaba fuera de control. Fue como algo salido de una película y en el momento en que llegué supe que era una mala idea. Pero tuve que encontrar a Courtney y decirle que mantuviera la boca cerrada.


Cuando salí por detrás, Courtney estaba al lado de la bañera de hidromasaje en lo que tenían que ser un par de cuerdas atadas entre sí, porque no cubría lo suficiente como para llamarse traje de baño. Mantuve mis ojos en los suyos mientras agarraba una toalla y se la empujaba. Le dije que teníamos que hablar y lo tomó como una invitación para que me dejara a solas.


Me aseguré de que Luis estuviera conmigo todo el tiempo para que no empezara una mierda, y cuando la confronté por la foto y el rumor que estaba difundiendo, no lo negó. Ella ya se lo había mostrado a todo el mundo y dijo que nuestro gran secreto había salido a la luz y eso es lo que conseguí por follarme a mi hermana.


Me puse furioso, pero por suerte Luis estaba allí para agarrarme y sacarme de allí. Pero era demasiado tarde y el daño ya estaba hecho. Todos vieron mi reacción y supieron que había algo de verdad en lo que decía Courtney.


No había manera de cerrar la caja de Pandora, y el secreto que había guardado en mi corazón durante tanto tiempo estaba al descubierto. En un abrir y cerrar de ojos.


—No tienes nada de qué avergonzarte, pero ella no puede entrar en ese baile a ciegas.— La voz de Luis es solemne mientras sacude la cabeza. —Dale la oportunidad de defenderse. Creo que te sorprenderás—. Lo pienso por un segundo y me doy cuenta de que tiene razón. Si no le doy a Paula la oportunidad de armarse de la reacción, entonces voy a terminar haciéndole más daño. Me alejo de la mesa y tiro la servilleta.


Caminando hacia la parte de atrás del restaurante, veo el letrero de los baños de mujeres. Empujo la puerta para encontrar un pequeño y vacío salón. Camino a través de otra puerta y veo a Paula en el fregadero con lágrimas en los ojos y a Laura a su lado con la mano en el hombro.


—¿Puedo tener un segundo con mi hermana?— Pregunto, y Laura mira a Paula para confirmarlo.


Cuando Paula asiente, espero a que Laura salga antes de acercarme a ella.


—La cagué—, dije, y Paula me parpadeó un par de veces sorprendido.


—¿Cómo?— Sus ojos están suplicando mientras me acerco a ella y luego meto las manos en los bolsillos para evitar que me acerque a ella.


—Porque te quiero a ti y no quería que el mundo exterior lo arruinara. - Sacudo la cabeza mientras trato de hacerla entender. —Courtney me envió un mensaje anoche. Ahí es donde fui.


—Fuiste a ver a Courtney después de que...— Se calla y una imagen mía de rodillas comiendo su coño me empuja a la mente.


—Fui a verla porque tenía una foto de nosotros besándonos fuera de casa de Joe.


—Oh Dios.— Su cara palidece y lleva los dedos a la boca.

—Está fuera—, digo, pero me sorprende lo bien que me siento ahora que se lo he dicho a Paula.


—¿Mamá y papá?—, pregunta simplemente, y yo me encogí de hombros.


—Estoy seguro de que es sólo cuestión de tiempo, pero por ahora no creo que lo hayan oído.— Doy otro paso adelante y esta vez estoy justo delante de ella. Puse mi dedo bajo su barbilla e incliné hacia atrás para que pueda mirarme. —Si vamos a este baile esta noche, todos sabrán que estamos juntos.


—Y no quieres que lo sepan—, dice en voz baja. Puedo ver el dolor en sus ojos.


—No.— Sacudo la cabeza. —Me importa un carajo quién lo sepa. Todo lo que siempre quise fue protegerte. Te quiero, Paula. Te he amado desde que era un niño, y ahora te amo como hombre. Estoy cansado de esconder lo que siento y de alejarte para evitar que suceda porque estoy preocupado por las consecuencias. No voy a hacer eso nunca más y tampoco dejaré que lo hagas tú.


Pedro—. Mi nombre es un susurro en sus labios antes de inclinarme y besarla.


Ella agarra mi esmoquin mientras mis brazos se envuelven alrededor de su cintura. Su boca se abre y sabe cálida y dulce. Mi polla late entre mis piernas.


Toco su lengua con la mía y es suave como su coño. No creo que pueda esperar hasta esta noche para tenerla. Porque la tendré antes de que acabe la noche.


La pongo contra mí y la vuelvo para que dé la espalda a la puerta. Le doy la vuelta a la cerradura y me pongo de rodillas mientras empiezo a empujar su vestido.


—¿Qué estás haciendo? No podemos hacer esto aquí—, dice, pero sostiene el material con cuentas alrededor de la cintura.


—No me digas cuándo comer este coño—, gruño, jalando el material de algodón hacia un lado y chupando sus dulces y suaves labios. —Eres mía.— Ya he esperado bastante. Las compuertas se han abierto y no hay vuelta atrás. Ya no me negarán a mi Paula.


—Sí—, jadea, rodando sus caderas contra mi boca y empujando su coño cerca de mí.


Le paso la lengua por encima de su clítoris y ella silba.


Abre más sus piernas y me agarra el pelo mientras disfruta de su placer.


No tarda mucho en recuperar el aliento y sus piernas se tensan. Siento su liberación, ácida y dulce en mi lengua, y la lamo hasta limpiarla. Esta vez, cuando viene, todo su cuerpo se relaja contra mí y tengo que sostenerla.


—Voy a tenerte en mi polla esta noche—, le dije y le bajé el vestido a su lugar.


—No importa lo que pase, voy a terminar la noche dentro de ti.


Sus labios se separan mientras me inclino y la beso con fuerza. Todavía puedo saborear su coño en mí y ella se queja del sabor. Pienso en cómo sería entrar en su boca y luego besarla. 

.
Descanso mi frente sobre la suya para recuperar el aliento y ella me envuelve las manos alrededor de las muñecas.


—Yo también te quiero, Pedro—, dice sonriéndome.


—¿Qué tal si vamos a cenar y luego hacemos nuestra entrada?


—¿No más escondite?— Se muerde el labio inferior y me mira nerviosa.


—No más esconderse.


Respira hondo y luego se fortalece. 


—Hagámoslo.



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