jueves, 1 de agosto de 2019

INTENTO DE MATRIMONIO: CAPITULO 57




Los Chaves no eran lo que Pedro había esperado. De hecho, les recordaban terriblemente a sus propios abuelos. Gente buena, que nunca había poseído nada que valiera lo suficiente como para temer perderlo. A quien sí lamentaban haber perdido era a su hijo, lo cual le hizo preguntarse si no sería tarea van a intentar sonsacarles algún tipo de información real. Porque era muy posible que hubieran fabulado su propio pasado, en el que Mariano aparecía pintado con tintes demasiado favorables.


Llevaban varios minutos cuando un viejo vehículo, con problemas en el tubo de escape, aparcó frente a la casa. Era un cliente. Jackson Chaves se disculpó para salir a atenderlo. Su esposa continuó con la conversación.


—No teníamos suficiente dinero para enviar a Mariano a la universidad, pero consiguió una beca. Se graduó el primero de su promoción. Así de listo era.


—Son pocos los que llegan tan alto... —comentó Pedro—. ¿Es su único hijo?


—Sí —por un instante miró a uno y a otra, con expresión vacilante—. Bueno, supongo que puedo decirlo. Probablemente Mariano ya te lo contó a ti, Paula. Yo no estaba casada cuando tuve a Mariano. Sé que la gente suele hacer eso ahora con más frecuencia, pero en aquel entonces no era algo muy común. Mis padres me echaron de casa, y Jackson me acogió y se casó conmigo. Es un buen hombre, Jackson, pero no es el padre verdadero de Mariano.


—¿Quién es su padre?


—Preferiría no decirlo. Estaba casado en aquel entonces. Guapo, inteligente, encantador.., como el propio Mariano. Cometí un error. Pero Jackson me ayudó a superarlo. Y nunca me arrepentí de haber tenido a Mariano. Jamás.


—¿Sabía Mariano que Jackson no era su padre biológico?


—Le conté la verdad cuando tenía diez años. Pensé que ya era lo suficiente mayor para saberlo, y que no tenía sentido seguir mintiéndole. Jackson siempre lo educó como si fuera carne de su carne y sangre de su sangre. Quería que tuviéramos más hijos, pero yo ya no podía quedarme embarazada.


—Su marido debió de ser un gran padre —comentó Paula.


—Sí que lo fue —de pronto, su sonrisa desapareció—. Pero Mariano no siempre fue bueno con Jackson. Recuerdo que cuando se enfadaba, le decía que no valía nada, que se alegraba de no llevar su sangre en las venas —se retorció las manos, nerviosa—. Aunque en realidad Mariano no lo decía en serio. Ya sabéis cómo son los chicos...


—A veces pueden llegar a ser muy crueles.


—Pero Mariano no quería serlo realmente. Es lo mismo que cuando se enfadaba conmigo y me decía que esta casa era asquerosa. Pero a veces luego salía al jardín y me traía un ramillete de flores, para consolarme. Así de dulce podía ser cuando quería.


—Supongo que debía de tener muchos amigos — pronunció Pedro.


—Pudo haber tenido todos los que hubiera querido, pero no salía mucho al pueblo. Decía que los chicos de la escuela eran estúpidos. Supongo que se lo parecerían, dado que él era tan listo. Uno de sus profesores decía que era un genio.


Inteligente y extraño. Y, probablemente, un psicópata criminal. Por lo que a Pedro se refería, las piezas del puzzle iban encajando perfectamente en su lugar. Lástima que no tuviera ninguna prueba sólida.


—Apuesto a que también tuvo sus novias —añadió Pedro, animándola a seguir hablando.


—Sí, tuvo una en particular, al final del instituto. Era una preciosidad. Muy bonita. Oh, tal vez no debería contarte todo esto, Paula...


—Oh, no, siga por favor. Me encanta saber cosas de Mariano, y su pasado no me da celos. Después de todo, ahora estoy casada con él...


Pedro no pudo menos que maravillarse de lo bien que estaba manejando Paula la situación.


—Mariano tiene mucha suerte de tenerte a su lado —la señora Chaves se inclinó hacia delante para darle una cariñosa palmadita en una rodilla—. De hecho, tú me recuerdas muchísimo a Tamy. Así se llamaba su novia de aquel tiempo, Tamy Sullivan. Su familia tenía dinero, pero ella no era nada engreída. Tenía el pelo del mismo color que el tuyo, y los ojos también. Mi hijo se volvió loco por ella —sacudió la cabeza, con expresión apenada.


—¿Qué sucedió? —inquirió Pedro.


—Una vez que se graduaron, Tamy se trasladó a Shreveport. Aquel mismo verano comenzó sus estudios en la universidad. Ni siquiera esperó hasta el otoño. Cuando vino a casa para ver a sus padres, alguien la asesinó. Se me ponen los pelos de punta cada vez que pienso en ello. Fue algo horrible. Encontraron su cuerpo en el arroyo que atraviesa la parte trasera de la propiedad de su padre. Despedazado.


—¿Detuvieron al cana... a la persona que hizo eso?


—El caso nunca fue resuelto. El padre de Tamy supuso que se trató de algún vagabundo de paso por su finca, pero no se encontró pista alguna. En cualquier caso, aquello estuvo a punto de matar a Mariano. Se pasaba los días encerrado en su habitación, en silencio. Aquel otoño fue a estudiar a la universidad de Little Rock, y desde entonces ya no lo vimos casi nada. Supongo que Monticello le recordaba demasiado a Tamy.


—Debió de ser muy duro —Pedro miró a Paula. 


Estaba muy pálida, y no se necesitaba ser un genio para saber lo que estaba pensando.


No quería que soportara más tensión. 


Continuaron charlando durante unos minutos más y salieron de la casa para despedirse del señor Chaves. El matrimonio abrazó a Paula, haciéndole prometer que volvería a visitarlos.


Una promesa que, probablemente, jamás llegaría a cumplir.



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