domingo, 25 de agosto de 2019

AMARGA VERDAD: CAPITULO 39




Durante las siguientes semanas recibió llamadas de Hugo y de Cynthia. Eso, junto con las postales de Natalia, la ayudaron a tranquilizarse. Por si Pedro aparecía en sus pensamientos sin previo aviso, se ocupó de entretenerse en la retahila de bodas que tuvo al final del verano y, además, tenía que concentrarse en el Día de Acción de Gracias, a principios de octubre. 


Natalia le había prometido que para entonces ya
estaría en Canadá y que iría a Vancouver a pasarlo con ella.


El primer viernes de octubre recibió una llamada. 


Al salir de trabajar, había ido a comprar un juego de sábanas nuevo para que todo estuviera listo cuando llegara su hermana el siguiente jueves, así que llegó a casa tarde. Al abrir la puerta, vio la luz del contestador parpadeando.


La voz de Hugo sonaba tan bajita y turbada que tuvo que oír el mensaje varias veces. «Paula, soy tu... soy Hugo. Me temo que tengo malas noticias. Llámame en cuanto puedas».


«¡Pedro! ¡Le ha pasado algo!». Fue lo primero que pensó.


Dio rápidamente a la tecla de rellamada y el propio Pedro le contestó el teléfono.


Paula se había preguntado varias veces qué le diría la próxima vez que hablaran.


Incluso, ridicula de ella, había ensayado las palabras, para hacerle ver lo poco que le importaba. Sin embargo, en aquel momento dijo lo que le dictaba su corazón.


— ¡Dios mío, Pedro, menos mal que estás bien! Soy yo, Paula. Acabo de oír el mensaje de Hugo. ¿Qué ha pasado? ¿Ha habido algún accidente?


—No —contestó él con una mezcla de derrota y desesperación. Paula nunca hubiera creído que lo iba a oír hablar así y aquello la aterrorizó — . Es Natalia, Paula. Está... muy enferma.


— ¿Cómo? —gritó —. Pero si hablé con ella el otro día y estaba bien. Tiene que ser un error.


—El error fue que se montara en aquel avión a La India —dijo con acidez —. ¡Si me hubiera hecho caso...!


—¿Qué tiene que ver La India en todo esto? Pero si volvió hace dos semanas y ya había empezado la universidad. Estaba feliz y sana. Iba a venir a verme dentro de unos días.


Paula no se había dado cuenta de que estaba siendo presa del pánico, pero Pedro no dudó en llamarla al orden.


— ¡Paula, tranquilízate! Ya tenemos bastante como para aguantarte. Natalia tiene una infección producida por algo que le picó en Bombay y no responde al tratamiento. Los médicos están muy preocupados. Es muy grave. Si las cosas no toman otro rumbo, su vida corre peligro.


Paula sintió que le fallaban las piernas y tuvo que sentarse. ¡Lo que le estaba diciendo era que aquella chiquilla tan vital, tan irreverente y encantadora, que tenía toda la vida por delante, podía morir!


— ¡No digas eso! ¡No te atrevas ni a pensarlo!


— Lo siento, Paula. Sé que es muy duro. Nosotros no podemos ni reaccionar. Estamos esperando un milagro.


— Voy para allá —dijo intentando asimilar semejante tragedia.


—¿Para qué? No puedes hacer nada.


— ¡Porque es mi hermana y quiero estar con ella! ¡No vas a conseguir convencerme de lo contrario, así que ni lo intentes!


— Llámame para decirme cuándo llegas e iré a buscarte —contestó él mucho más amable, haciendo que a ella se le saltaran las lágrimas.




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