viernes, 19 de julio de 2019

INTENTO DE MATRIMONIO: CAPITULO 13




Pedro ayudó a Paula a cambiar el mantel de papel que cubría la larga mesa plegable. 


Trabajar con ella le resultaba incómodo. Siempre había sido así, pero en aquel momento no quería pensar en el pasado.


—¿Cómo supiste dónde encontrarme?


—Tu amiga Matilda comentó ayer que quizá te vería hoy aquí, en el centro de Red River.


—Al final no ha podido venir.


Apoyando las manos en el respaldo de una de las sillas de metal, lo miró. Pedro no pudo menos que admirar el reflejo del sol en aquellos ojos, que parecían brillar como gemas. Tragó saliva. Ahora era la esposa de otro hombre. Y aunque no lo hubiera sido, él había renunciado a ella años atrás.


—Bueno, ¿qué es lo que quieres decirme, Pedro?


Por toda respuesta, sacó una silla y la invitó a sentarse. Cuando lo hizo, le preguntó:
—¿Conoces a una mujer llamada Karen Tucker?


Paula entrecerró los ojos, desconfiada.


—¿Esto es un asunto profesional?


—Por supuesto.


—¿De la policía?


—Por desgracia, sí. ¿La conoces?


—No.


—Piénsalo bien. Puede que la conocieras de la universidad, o del mundo de la política. Tal vez fuera amiga de tu padre antes de que muriera, o la amiga de una amiga...


—Karen Tucker —repitió el nombre, esforzándose por recordar—. No me resulta familiar. ¿Vive en Shreveport?


—Vivía. La asesinaron anoche —observó el cambio que sufrió la expresión de Paula. Sus ojos vivaces se oscurecieron, antes de desviar la mirada. Era una típica reacción ante aquella clase de noticias, incluso cuando la persona en cuestión no conocía a la víctima.


—Lo siento —repuso—, pero no la conozco. ¿Qué te hace pensar que sí?


—Llevaba encima una nota con tu nombre y un número de teléfono. En un bolsillo del pantalón.


Paula sacudió la cabeza, asombrada.


—¿Qué más había escrito en la nota?


—Nada más. Solo tu nombre y el número de teléfono.


—¿Qué edad tenía?


—Veintiséis años.


—Tan joven... —Paula esbozó una mueca—. ¿Sabes quién la mató?


—Todavía no. Por eso necesito tu ayuda.


—No me llamó, eso desde luego. Si hubiera hablado con ella, me acordaría.


—Quizá Mariano recibió la llamada.


—No recuerdo que me mencionara a nadie llamada Karen.


—¿Y no recuerdas haber recibido ninguna llamada extraña durante los últimos días?


—¿Extraña? ¿En qué sentido?


—No lo sé. Estoy abierto a todas las opciones.


Paula se levantó para recoger una caja de cartón, que colocó encima de la mesa.


—¿Crees que yo tuve algo que ver con el asesinato?


—No, claro que no. Pero el asesino no ha dejado muchas pistas —de hecho, no había dejado ninguna—. Esperaba que quizá conocieras a Karen y pudieras darme alguna información sobre ella.


—¿No tenía amigos, familiares, compañeros de trabajo?


—También pensaba hablar con ellos.


—¿Pero viniste a verme a mí primero?


—Me parecía tan buen comienzo como cualquier otro —no quiso mencionarle que el hecho de haber encontrado una nota con su nombre y su número de teléfono en el cadáver lo había dejado realmente impresionado.


Según acababa de asegurarle, Paula no tenía vínculo alguno con Karen. Ni siquiera la conocía de oídas. Y sin embargo había percibido cierto cambio en ella. Parecía preocupada, vulnerable. 


¿Sería por algo que él había dicho o simplemente el tema de conversación la estaba afectando demasiado?


—Ojala pudiera ayudarte, Pedro, pero no conozco a ninguna Karen Tucker.


Empezó a desabrocharse el blusón. Pedro se colocó detrás de ella y la ayudó a quitárselo. Su cercanía despertó algún que otro indeseable impulso. De hecho, se demoró en la tarea más de lo debido.


Paula dobló el blusón y lo guardó en un pequeño bolso de lona.


—Tengo que irme.


—Claro —Pedro también necesitaba salir de allí. Forzó una sonrisa—. ¿Quieres que te lleve a algún sitio?


—Tengo coche.


—Entonces permíteme que te acompañe hasta el aparcamiento.


—¿Como policía o como viejo amigo?


—Como viejo amigo.


—Voy a por mi bolso.


Mientras la esperaba, cientos de desagradables pensamientos acribillaron su cerebro. Tenía un cadáver. Nada nuevo. Aquel asesinato se parecía mucho a los otros tres, pero no era exactamente igual. No había sido tan limpio. Esa vez la víctima no había sido despojada de su ropa, ni torturada. Pero la incisión del cuello era similar y la mujer encajaba en el modelo. 


Morena. Menuda. Atractiva.


¿Qué vínculo habría podido tener aquella víctima con Paula? ¿Por qué se había mostrado tan incómoda cuando él le preguntó si había recibido alguna llamada extraña? ¿Y qué iba a hacer con el deseo que lo abrumaba cada vez que se acercaba a la mujer a la que había abandonado nueve años atrás?


—Ya estoy lista, Pedro.


Ya, pero... ¿lo estaba él?




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