jueves, 6 de junio de 2019

MELTING DE ICE: CAPITULO 24




Pedro estuvo corriendo por la playa hasta que su rodilla lo obligó a sentarse sobre la arena mojada.


Hacía dos días que no sabía nada de Paula.


¿Tan mal se sentiría? Pedro se dijo por enésima vez que lo había hecho por su bien.


Dos días después, recibió una carta de los abogados de Paula en la que se le anunciaba que su cliente había aceptado la oferta que le había hecho para comprar su casa, pero quería diez mil dólares más.


Pedro llamó a los abogados y les preguntó dónde estaba Paula pues la había visto salir en un taxi una mañana y no había vuelto. Los abogados no quisieron decírselo, así que Pedro les dijo que, si no le decían a su cliente que lo llamara, no habría trato.


Y Paula llamó.


—Recuerdo que en una ocasión me dijiste que era una persona amable pero que debía de tener algo de sadomasoquista. Supongo que tienes razón porque estoy hablando contigo —le dijo sin ni siquiera darle los buenos días.


—¿Dónde estás?


—En casa de mi madre.


—La isla es lo suficientemente grande para los dos. No se por qué te ha entrado esta prisa de repente por vender tu casa.


—¿No lo sabes?


Por supuesto que lo sabía.


—No, no lo sé.


—¿Quieres que te lo diga?


No, no quería.


—Si tú quieres…


Paula tomó aire.


—No puedo seguir viviendo cerca de ti porque te quiero y sé que mi amor no es correspondido.


—¿Y por qué tiene que ser o todo o nada? —explotó Pedro—. ¿Por qué me presionas tanto?


Estaba furioso porque Paula se había ido, por haberle hecho daño, por haberla perdido y por tantas cosas.


—Yo nunca te he pedido que me lo dieras todo inmediatamente sino que me demostraras que estabas considerando darme algo algún día.


—¿A qué te refieres?


—Tú. Yo. Hijos. Vivir juntos.


Pedro no contestó.


—Bueno, mándame el contrato de compraventa a casa de mi madre —concluyó Paula dándole la dirección y colgando el teléfono.


—Yo también te quiero, Paula —dijo Pedro de repente—. No quiero perderte




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