domingo, 23 de junio de 2019

CAER EN LA TENTACIÓN: CAPITULO 13





Paula cayó en la cuenta de que él estaba seduciéndola. No con algo tan obvio como un beso, sino con aquellos susurros tan sensuales y caricias prometedoras. Y ella deseaba más.


—Alfonso...


Él colocó su pierna entre las de ella. Al rozarse los muslos, Paula sintió que una ola de deseo se apoderaba de ella. Sentía el largo cabello de él sobre su mejilla y la mano de él sobre su hombro.


Paula vio un destello en aquellos ojos negros y sintió los latidos del corazón de él contra su pecho.


Todos sus sentidos se pusieron alerta, clamando más. Paula nunca se había sentido tan excitada en toda su vida.


Estaba demasiado débil como para levantar los brazos y rodear su cuello, demasiado embriagada para echar la cabeza atrás y esperar un beso de él. Las sensaciones de su cuerpo y su mente eran tan poderosas, que sólo pudo quedarse quieta, consciente del deseo que circulaba entre los dos, del sonido de su respiración, del tacto prometedor de él.


—Por favor...


Antes de que ella dijera nada más, él se inclinó y la besó en el cuello. Fue un beso sencillo pero ardiente. Paula sintió que le flaqueaban las piernas. Se agarró a una mesa cercana temiendo no poder sostenerse.


—Dios mío... —logró articular maravillada.


Alfonso continuó probando y saboreando su piel como si estuviera ante un plato delicioso.


—¿Sabes? —dijo él deteniéndose un instante—. A veces, cuando sabes que algo va a ser increíble, la espera lo convierte en algo mucho mejor aún.


Volvió a besarla en el cuello, desde la base y luego subiendo, suavemente, ardientemente. Paula gimió pensando en lo explosivo que sería cuando se besaran.


Pero justo cuando él llegaba a su barbilla y Paula esperaba sentir los labios de él sobre los suyos, él se irguió, esbozó una sonrisa tímida y se dio la vuelta.


Paula se lo quedó mirando sin poder reaccionar. Lo vio subir al escenario y recoger algo de una de las sillas que había allí. El tintineo le indicó a Paula que eran unas llaves.


—Buenas noches, Paula—dijo él bajándose del escenario.


Ella no respondió ni se movió. Intentaba recuperar el control sobre su respiración y su corazón desbocados. Él se dirigió hacia la puerta, la abrió y desapareció en la noche.


Paula se quedó en silencio un buen rato. 


Cuando por fin logró articular palabra, la antigua Pau habló por su boca. Y no dijo nada delicado ni decoroso.





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