jueves, 2 de mayo de 2019

AMORES ENREDOS Y UNA BODA: CAPITULO 38




Paula estaba sentada en el suelo, con la espalda contra la pared, cuando se dio cuenta de que el dolor de espalda que la llevaba molestando desde el día anterior no era un simple dolor de espalda. Un dolor muy fuerte le subió desde debajo de las caderas.


«No puede ser», pensó Paula, sacudiendo la cabeza. «Faltan todavía dos semanas». Al mismo tiempo miró al reloj que estaba colgado encima de la cuna.


Una hora más tarde, supo que aquello iba en serio, tras ir al cuarto de baño, hablando en voz alta para intentar superar el pánico que se había apoderado de ella.


Pedro volverá en seguida. Todo el mundo sabe que el primer hijo tarda mucho en llegar. ¡Uchú!


Le pareció más lógico irse a la cama. Se acercó el teléfono, pero no había línea.


— ¡Tengo que estar tranquila! —dijo mientras una extraña calma se adueñaba de ella cuando las contracciones se hicieron más regulares.


De repente, oyó un golpe suave, que luego sonó más fuerte y le pareció que alguien llegaba a la casa. ¿Cuánto tiempo había estado tumbada allí?


— ¡Paula! ¿Dónde está Mathilde?


—Se fue con Gabriel —dijo Paula, abriendo los ojos.


—Debería haber esperado hasta que yo hubiera vuelto —dijo muy enfadado —. ¿Te traigo algo?


—Un médico me vendría bien. Creo que es demasiado tarde para una ambulancia —dijo en tono de burla mientras una nueva contracción la hacía agarrarse a la cama.


— ¿No querrás decir que…? ¡Es imposible! Es demasiado pronto —exclamó con pánico en la voz—. Sacaré el coche.


—Es demasiado tarde, Pedro Ya viene —explicó Paula mientras una nueva contracción le arrancaba un grito agudo y primitivo de la garganta.


—Eso es, cariño. No te preocupes. Ya estoy aquí.


Jadeando, se relajó sobre las almohadas.


—Te necesito —dijo, Paula mientras él le limpiaba el sudor de la frente.


—No te preocupes. He hecho esto cientos de veces antes —respondió él con una mirada fiera en los ojos.


— ¿Sí?


—Vacas, ovejas… Las mujeres no pueden ser tan diferentes.


La sonrisa de Paula le desapareció del rostro cuando le vino la urgencia de empujar.




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