miércoles, 10 de abril de 2019

UN ASUNTO ESCANDALOSO: CAPITULO 2




Durante meses, la prensa había hablado de la historia y de las rencillas de la familia.


—¿Y? —dijo Pedro, que cada vez se sentía más nerviosa.


—Los pobres Ric y Kimberley debieron de quedarse destrozados cuando las cámaras de televisión les estropearon la boda —continuó él.


Menudo eufemismo. Paula había crecido en la mansión de Horacio Blackstone, con su madre y sus primos, Kimberley y Ramiro. Kim se había vuelto a casar recientemente con su ex marido, Ric Perrini. Los helicópteros de la prensa casi les habían estropeado su lujosa boda, que se había celebrado a bordo de un yate en el puerto de Sidney.


¿Qué sabía Pedro Alfonso de aquello?


—No me han presentado a Ramiro de manera oficial —comentó él—, pero sí conozco a Jesica y creo que estará preciosa de novia, ¿tú no?


Paula abrió la boca para decirle que estaba de acuerdo, pero volvió a cerrarla. Ramiro y Jesica habían anunciado su compromiso hacía poco tiempo, pero los detalles de la boda eran un secreto de familia.


—No sé de qué me está hablando —dijo.


Ramiro era un hombre muy reservado. Por eso le había pedido a Paula que lo ayudase con los preparativos de la ceremonia secreta. Port Douglas era una excelente elección: era poco probable que los reconociesen allí y había varios lugares y caterings excelentes entre los que elegir. Con la ayuda de Paula, la boda, que iba a celebrarse tres semanas más tarde, saldría perfecta.


—¿No? —preguntó Pedro—. Hay playas muy bonitas, ¿verdad? He oído que Oak Hill es muy agradable.


A Paula se le detuvo el corazón. ¿Cómo lo sabía?


 Ya estaba casi todo cerrado, y a los invitados se les había pedido la máxima discreción.


—Esa información está anticuada, señor Alfonso —mintió—. Al final, la boda no será en Port Douglas. Eso era para despistar a todo el mundo.


—Pues mi fuente me ha contado que la boda tendrá lugar el veinte de abril en el complejo hotelero Berhopt Resort. He visto la página web y tiene una pinta estupenda, es el lugar ideal para una boda íntima y familiar.


—¿Cómo demonios lo sabe?


—El mundo de los diamantes es sorprendentemente pequeño.


Paula supo que estaba entre la espada y la pared.


—Eso es chantaje —murmuró.


Él se encogió de hombros; ya no parecía divertido.


—Así son los negocios, señorita Chaves. ¿Puede permitirse rechazar semejante trabajo?


Odiaba que la intimidasen.


—Haga lo que quiera —Paula apartó el vaso, tomó el bolso y se levantó. Por eso había elegido vivir allí, lejos de los cotilleos de la ciudad—. Los Blackstone y yo estamos acostumbrados a ser el centro de atención de los medios.


Los líos de faldas de Horacio y su arriesgada manera de hacer negocios siempre les habían garantizado dicha atención.


—Pobres Ramiro y Jesica. El día más bonito de su vida, estropeado. ¿Cree que el resto de su familia, y en especial su madre, será tan displicente? Especulaciones de mal gusto, viejas heridas de la familia que volverán a abrirse, etcétera, etcétera…


—Deje a mi madre en paz —replicó Paula.


Aquello era lo peor. Las diferencias entre los Blackstone y los Chaves habían hecho que su madre se quedase sin su hermano hacía treinta años, lo que siempre la había entristecido mucho. Después de la muerte de Horacio, el mayor deseo de Sonya Chaves era volver a unir a la familia.


—Los comprendo, yo también soy una persona a la que le gusta tener su intimidad.


Paula levantó la barbilla, a pesar de saber que Pedro Alfonso tenía razón. ¿Acaso tenía derecho a exponer a sus seres queridos a más escándalo y vergüenza?


—Les ahorrarías un mal rato. Ramiro y Jesica pasarían el día de sus sueños. Y tú, Paula, ganarías mucho dinero.


Ella lo miró fijamente. Sólo su familia la llamaba Paula. Allí, en Port, todo el mundo la conocía como Paula Chaves, que también era el nombre de su joyería. La mayoría de sus vecinos no sabían la relación que tenía con una de las familias más ricas y conocidas de Australia. Y a aquellos que lo sabían, no les importaba.


—¿Sí o no? —insistió Pedro con impaciencia.
¿Podía arriesgarse a terminar con su anonimato? ¿Podía permitir que aquel hombre les arruinase el día a Ramiro y a Jesica, y que volviese a entristecer la mirada de su madre?


—Traiga su maldito diamante a la tienda —accedió por fin. Luego, se levantó y lo miró con el ceño fruncido.


Pedro Alfonso ladeó la cabeza. Después se puso en pie y señaló un coche aparcado al otro lado de la calle.


—Tengo ahí el coche. Venga a dar un paseo conmigo.


A Paula le saltó una alarma en su interior. No era porque temiese que un hombre con su reputación fuese a intentar algo peligroso con ella. Lo que le preocupaba era que se sentía atraída por él. ¿Y cómo iba a rechazar a un hombre tan importante en su profesión, y que le había ofrecido tanto dinero?


—No suelo llevar ese diamante en el bolsillo —añadió Pedro al verla dudar—. He alquilado una casa en Four Mile Beach.


Four Mile era otro barrio situado en la costa de Port Douglas. Ella vivía allí.


—Tengo que trabajar.


—Exacto. El tiempo es dinero, Paula.


Ella lo miró enfadada mientras sopesaba sus opciones.


—¿En qué parte de Four Mile?


Él le hizo un gesto, impaciente, para que cruzase la calle.


—Tal vez usted sea famoso, pero para mí, es un extraño. No iré a ninguna parte sin decírselo antes a mi ayudante.


—En el número 2 de Beach Road —contestó deteniéndose al lado de un BMW negro—. La esperaré.




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