viernes, 15 de febrero de 2019
PAR PERFECTO: CAPITULO 14
Pedro! ¡Espera! —pero no la oyó y salió del edificio dejando que la puerta se cerrara tras él —. Vaya...
Con un tremendo esfuerzo, porque iba muy cargada, Paula empujó la puerta y vio a Pedro en el aparcamiento, como si acabara de recordar su existencia.
—No —dijo Paula, sarcástica—. No me sujetes la puerta. Aunque voy cargada como una muía, no necesito ayuda de nadie.
—Lo siento —dijo él, tomando la bolsa que llevaba al hombro para cargarla por ella—. Hacía calor ahí dentro y con el traje...
—No pasa nada —replicó Paula al instante, lamentando haber sido tan brusca. Sólo deseaba saber qué le ocurría.
—¿Qué te parece si compramos helado de camino a casa? Te toca elegir sabor, aunque nada de helado con trocitos de galleta.
—Si me toca elegir, elijo lo que quiero. Y a mí me gusta ese helado —respondió Paula, terca, balanceando los brazos libres mientras él cargaba con su maletín y la bolsa de ella.
—Pues te daré todos los trocitos de galleta del mío.
—¿Y por qué crees que me gusta ése? Si elijo un sabor que te gusta a ti, te lo comes todo y me dejas sin nada.
La conversación no iba por donde Paula queria, pero no podía dejar que Pedro se saliera con la suya en riada. Además, probablemente él hubiera cambiado de tema a propósito. Tendría que intentarlo en otro momento, cuando estuviera desprevenido, pero no podía quitarse la escena de la cabeza.
—He visto a Damian hoy —dijo Pedro.
—¡Damian! Hace un montón que no lo veo.
—Eso es justo lo que ha dicho él. Pero nunca podemos quedar porque los dos tenéis deberes.
En ese momento llegaron a la estación y ambos subieron al metro que esperaba en el andén.
Una vez dentro y agarrada a la barra de techo, Paula siguió la conversación como si nada.
—Nos echas la culpa a nosotros, pero tú también te llevas trabajo a casa. Si preparas algún plan con Damian, allí estaré. En serio. Cuando sea.
—Pues de hecho estaba pensando organizar una cena en mi casa mañana. Yo haré la cena y vosotros podéis traer el postre y el vino. Prefiero que seas tú la que traiga el postre... siempre encuentras las mejores pastelerías.
—Vaya, no va a poder ser —se mordió el labio. ¿Por qué le costaba decirlo?—. Tengo una...una cita.
¿Por qué no se sentía cómoda diciéndoselo a Pedro? No era la primera cita que tenía desde que lo conocía. Tal vez fuera por lo de su misión.
Sonaba tan patético estar a la caza de un marido... Pero él entendía su situación y no había nada que temer.
Pero Pedro, que se dedicaba a anticipar las reacciones de un jurado, no se esperaba aquello. Intentó reaccionar.
—¿Una cita? ¿Con quién? —pero lo sabía de sobra.
—Con Mariano —dijo ella sonriendo, como si él estuviera de broma.
—¿Quién es Mariano?
—El tío del videoclub —empezaba a sentirse algo incómoda.
—Creía que se llamaba Miguel.
—No, es Mariano.
—¿Desde cuándo?
—Me llamó ayer. Te lo hubiera dicho, pero te llamé dos veces a casa y no contestaste.
—Oh.
—¿Eso es todo? ¿Oh?
—¿Y qué quieres que diga? —exclamó él a la defensiva, sin poder reaccionar.
—No lo sé.
Ella volvió la cabeza para no mirarle y Pedro supo que lo hacía para que se sintiera culpable.
—¿Adonde vais a ir? —dijo él por fin, sin ganas, para quitarle importancia.
—No lo sé. Al cine, tal vez.
—Pasado mañana tienes clase.
—Ya lo sé, papá. Volveré a casa temprano.
Pedro hizo una mueca y deseó que ella no se hubiera dado cuenta. Lo cierto era que no podía imaginar que lo había llamado con el nombre más desagradable para él. Había jurado no volver a pronunciar esa palabra y que nunca lo llamaran así a él.
Pero ella parecía ignorarlo, mirando por las ventanas el paisaje del túnel. Él no lograba entender el problema de aquella situación ni por qué Paula se había embarcado en esa búsqueda. Si no hubiera tenido eso en la cabeza, estarían riendo y pasándoselo bien. Tal vez la dejara plantada... Sintió una puñalada de culpabilidad por desear algo que podría hacerla infeliz. No era justo hacer que ella se sintiera mal. Damian tenía razón: estaba celoso, eso era todo. Celoso porque Paula tenía la oportunidad de ser normal. Y punto.
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