miércoles, 16 de enero de 2019
AL CAER LA NOCHE: CAPITULO 44
Tamara se enderezó en la cama.
—Siento no habértelo dicho la primera vez, Paula, pero tenía miedo.
Su voz se convirtió en un susurro, como si temiera que el hombre que estaba a punto de nombrar pudiera oírla. Paula comprendía perfectamente su temor.
—¿Cómo se llama, Tamara? —preguntó Pedro.
—Billy Smith.
Pedro dio un paso hacia la cama de Tamara.
—¿Sally estaba saliendo con Billy?
—No. Pero Billy quería salir con ella y se pasaba dos o tres días a la semana esperándola en la barra del bar.
—¿A ella le gustaba?
—Al principio no, pero él continuaba insistiendo. Comenzaron a hablar, y entonces…
Tamara se estremeció y comenzó a respirar con dificultad.
Paula corrió hacia la cama y posó la mano en el hombro de la joven.
—¿Necesitas una enfermera?
—No —Tamara respiró hondo—. Estoy bien.
Pedro le sirvió un vaso de agua y se lo tendió.
—Tómate todo el tiempo que necesites. No tenemos prisa.
Tamara asintió, pero vació el vaso rápidamente y comenzó a hablar otra vez.
—Una noche, vi a Sally y a Billy fuera del bar. Se estaban besando y Billy había deslizado la mano bajo su jersey.
—¿Sally parecía molesta?
—No, y cuando volvieron dentro del bar, estuvieron riéndose y susurrándose cosas al oído. Creo que esa noche se fue con él, pero no estoy segura.
—¿Esa fue la noche que la asesinaron?
—No. Fue el martes de esa misma semana.
—¿Sabes si tenía una cita con él la noche que la mataron?
—Esa tarde llegó a trabajar, pero recibió una llamada. Me dijo que se encontraba mal y se marchó antes de lo normal. Pero no parecía encontrarse mal. Creo que quedó con él y él la mató.
—¿Qué más sabes de Billy Smith?
—Es un hombre malo, detective. En serio. Y le gusta hacer sufrir a las mujeres.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque solía pasarse por el Catfish y coqueteaba conmigo. Eso fue antes de que Sally comenzara a trabajar. Estuvo persiguiéndome de la misma forma que persiguió a Sally.
—¿Y llegaste a salir con él?
Tamara desvió la mirada y se cubrió la cara con las manos. Cuando las apartó, tenía los ojos llenos de lágrimas.
—Una noche me metí en el coche con él.
—¿Y qué ocurrió?
—Se suponía que íbamos a dar una vuelta, pero no nos alejamos prácticamente del restaurante. A los pocos metros, aparcó entre los árboles. Yo estaba nerviosa, pero al principio no me parecía que pudiera pasar nada. Estuvimos besándonos, acariciándonos…
—¿Y por qué dices que era un hombre malo?
Tamara se pasó la mano por el pelo.
—Llevaba una petaca de whisky. Yo tomé algunos tragos, pero él bebió mucho. Entonces comenzó a acariciarme por todas partes, de forma muy brusca. Yo le dije que me estaba haciendo daño, pero no se detuvo.
—¿Qué te hizo?
—Le supliqué que se detuviera, pero no me hizo caso. Sabía que dijera lo que dijera, no iba a detenerse. Me decía que era eso lo que yo quería. Que era lo que había pedido.
—¿Y te violó?
—Lo intentó, pero le di una patada en los genitales. Soltó un grito salvaje, me empujó fuera del coche y salió. Yo volví al restaurante en medio de la noche.
—¿Denunciaste lo ocurrido?
—No. Estaba demasiado avergonzada. Además, ¿quién iba a creer que había sido un intento de violación? Había bebido y estaba con un hombre en una carretera solitaria. Al día siguiente me dijo que si alguna vez le contaba a alguien lo ocurrido, me mataría. Y lo dijo de tal manera que lo creí. Todavía sigo creyendo que es capaz de hacerlo.
—¿Volviste a hablar con él después de la muerte de Sally?
—Vino al restaurante al día siguiente por la tarde. Yo estaba trabajando. Esperó a que no hubiera nadie más en el bar, y me dijo que si le contaba algo sobre él y sobre Sally a la policía, me mataría.
—Ese hombre no va a matarte —le aseguró Pedro—. ¿Sabes dónde vive?
—A mí me dijo que vivía en Grantville, pero a Sally le decía que vivía en La Grange, así que supongo que mentía.
—Y la descripción que me diste —le preguntó Paula—, ¿era correcta?
—Sí, en eso no mentí. No sé cómo pudo enterarse de que había hablado contigo, pero el caso es que se enteró.
—O sencillamente, decidió que a la larga terminarías hablando —dijo Pedro—. Es posible que planificara ese accidente para asustarte y que simplemente sea una coincidencia que ocurriera el mismo día que hablaste con Paula.
—¿Lo viste ese día, Tamara? —preguntó Paula—. ¿Estás segura de que fue él el que embistió contra tu coche?
—No le vi la cara. Estaba demasiado asustada intentando mantener el coche en la carretera. Pero fue algo intencionado, ¿y quién sino él podía intentar hacerme algo así?
Mientras Tamara repetía la descripción de Billy, Paula intentaba imaginárselo. Pelo rubio, piel bronceada, estatura mediana. Complexión normal. Ninguna marca especial. Bien vestido, y voz suave.
Pedro tomó algunas notas y preguntó:
—¿Qué tipo de coche conduce?
—Normalmente venía con un deportivo rojo, pero el día que me sacó de la carretera iba con una camioneta de color negro.
Pedro hizo algunas preguntas más, pero o bien Tamara les había contado ya todo lo que sabía, o estaba volviendo a dejarse llevar por el miedo.
—De momento lo dejaremos aquí —dijo Pedro—, y te dejaremos descansar, pero quiero que continúes pensando en lo que nos has contado. Si te acuerdas de algo más, llámame.
—Lo haré.
Paula tomó la mano de Tamara y se la estrechó con cariño.
—Eres una mujer muy valiente.
—Gracias.
—¿Qué ha ocurrido para que hayas cambiado de opinión? —le preguntó Paula.
—Fue ese artículo que publicaron sobre ti, en el que decían que eras huérfana y tu madre te había dejado en un contenedor de basura. Por el tono del artículo parecía deshonesto que te hubieras cambiado el nombre, pero yo no estoy de acuerdo. Y al leerlo, pensé que si tú estabas intentando ayudar a encontrar al asesino de Sally cuando habías tenido una vida tan dura, yo también debía poner algo de mi parte. Me refiero a que yo tengo unos padres que me quieren y que van a estar siempre a mi lado.
De modo que aquel artículo al final había conseguido algo que merecía la pena. Quizá incluso los llevara hasta el asesino.
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